Una cría de búho y un aguililla cola roja, dos aves rapaces que fueron rescatadas del tráfico ilegal, son algunas de las especies que se encuentran en el Centro de Rescate y Rehabilitación de Aves Rapaces de San Juan de Aragón, en donde se les dan todos los cuidados y alimentación para su eventual reintroducción a su hábitat natural.
Traumatismos, alas dañadas o problemas en las patas son algunas de las principales afecciones que sufren las aves de presa en manos de seres humanos que las adquieren, ya sea para tenerlas sólo porque las encuentran atractivas o como un símbolo de poder.
Sin embargo, estos animales “no son buenas mascotas”, sino que se trata de ejemplares que requieren mucho cuidado, que no pueden tenerse en una pequeña jaula o amarrados todo el día, explica a EL UNIVERSAL Rafael Tinajero Ayala, director de Conservación y Bienestar de la Dirección de Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre.
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Este espacio alberga 14 aves rescatadas por autoridades de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) para su recuperación. Actualmente ya se alistan los trámites para la liberación de algunas de ellas.
Desde 2022 que abrió sus puertas, este sitio ha recibido alrededor de una veintena de ejemplares rescatados, de los cuales ocho ya fueron reintegrados a su hábitat.
La rehabilitación de un ave rapaz puede demorar de unos cuantos meses hasta un año o más, cuenta Tinajero Ayala. En el caso de las aves que han llegado a San Juan de Aragón “la gran mayoría” se han logrado rehabilitar tras un lapso de entre un año y hasta año y medio. Sin embargo, advierte que en ocasiones los ejemplares llegan con lesiones tan severas que es imposible su retorno a su hábitat natural.
“Desafortunadamente hay ejemplares que llegan con lesiones que difícilmente se pueden rehabilitar, te hablo de casos en los que, por ejemplo, perdieron un ojo, una pata o un ala, esos ejemplares no se pueden rehabilitar”, explica.
Entre las especies que se han logrado rehabilitar y reintegrar destacan búhos virginianos, lechuzas de campanario, cernícalos y gavilanes de Cooper, todos estos “casos de éxito”, que a quienes dedican su vida a atender son los que más les gusta compartir.
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Así es el día a día de un ave rescatada
En el momento en que un ave ingresa a este centro de rescate y rehabilitación, médicos veterinarios evalúan el estado de salud y condición corporal del ejemplar, hacen un diagnóstico y elaboran una dieta específica según sus necesidades.
“Cuando las aves llegan, junto con el cuerpo médico se les hace una evaluación física, se hacen revisiones, estudios y con base en lo que digan los médicos se nos da toda la información que tienen, si se les tiene que aplicar algún tratamiento y nosotros nos hacemos cargo”, señala a esta casa editorial el biólogo Gustavo, quien forma parte del equipo que brinda cuidado a las aves en el centro de rescate.
Atender a estos ejemplares no es una tarea sencilla, por lo que los cuidadores hacen uso de equipo especial para poder tratarlas, por ejemplo, al aplicarles una inyección, darles alguna suspensión o, incluso, dejarles alimento se colocan guantes, lentes protectores y cascos para protegerse, ya que “la aves rapaces tienen garras muy poderosas que pueden lastimar”.
Uno de los sentidos más desarrollados de las aves de presa es la vista, de ahí que para evitar que se estresen al momento de ponerles algún tratamiento se les coloca en los ojos una caperuza de cuero, lo que permite reducir hasta en 80% el estrés del ave, indica Gustavo.
“Les puede causar hasta la muerte, son aves que vienen muy nerviosas, entonces esto nos ayuda mucho a modificar su visión para poder hacer los estudios y el trabajo que el ave necesite”, refiere.
El día de las aves que habitan temporalmente en este centro inicia con una revisión visual al interior de sus aviarios, por parte de sus cuidadores y médicos veterinarios, luego se hace limpieza del área y se les coloca su alimento.
En una visita al centro de rehabilitación, Laura Pineda, una de las cuidadoras de las aves, explica que lo primero que hace al llegar es revisar que los ejemplares estén “atentos y responsivos” y que hayan consumido su alimento.
Al momento de hacer la limpieza de las halconeras, cuenta, procura no hablar con las aves y ser rápida para evitar que los ejemplares se acostumbren a ella.
Cada ave tiene una dieta diferente, compuesta principalmente por carne de ratón, codorniz y pollo, la cual se establece de acuerdo con su peso, talla, especie y necesidades alimenticias, aproximadamente se les da de comer el equivalente a 10% de su peso.
“El búho, por ejemplo, debe pesar unos 800 gramos y se le dan 80 gramos de alimento”, indica el biólogo.
Un cernícalo americano que llegó en abril de 2023 lleva una dieta compuesta por 25 gramos de codorniz y 25 gramos de ratón; mientras que una cría de búho cornudo que ingresó a mediados del año pasado recibe una dieta compuesta por 45 gramos de codorniz y 45 gramos de ratón.
En el caso de una aguililla cola roja, que recién ingresó en enero pasado y que mira con interés a los cuidadores desde un palito de madera, se alimenta con 40 gramos de codorniz y 40 gramos de ratón; además, a este ejemplar se le da un ratón vivo cada tercer día como parte de su rehabilitación.
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Educar para conservar
Las aves rapaces tienen un importante impacto en el ecosistema a varios niveles, por ejemplo, en el control de plagas de roedores o insectos y enfermedades proporcionan equilibrio en el ecosistema e, incluso, son un indicador de la salud del ambiente. Sin embargo, son de las principales especies traficadas, lo que disminuye su vida al aire libre, señala Lizbeth Miranda, del Hospital de Aves de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Hace falta educar a la población, en el caso de las rapaces, [se trafican] por una cuestión de estatus, por lo que simbolizan las aves, pues se relacionan con fuerza, mucha gente las quiere tener por eso, pero al final hay mucho desconocimiento sobre su tenencia y cuidado y extraerlas de su ambiente no es lo mejor”, explica en entrevista con este medio.
Advierte que un gran porcentaje de las aves que se extraen de forma ilegal —independiente de si son rapaces o no— muere en el proceso, lo que se convierte en un “círculo vicioso”, pues se extraen más para cubrir “una necesidad de la población de adquirir algo que les gustó; por eso, la educación es la base de todo”.
Lo que se busca en el Centro de Rescate y Rehabilitación de San Juan de Aragón es que las aves no estén habituadas al ser humano, sino que le tengan rechazo para que puedan reintegrarse de forma adecuada, señala Rafael Tinajero Ayala, director de Conservación y Bienestar de la Dirección de Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre, pues considera que “aquel ejemplar que es manso y sigue al humano, al reintegrarse a su hábitat va a buscar la compañía del humano y no todos tienen la misma conciencia ni criterio”.