En la reinició este martes la jornada de vacunación. Adultos mayores de 60 años y más acudieron al llamado de aplicarse el refuerzo ante el temor por el incremento de contagios.

También mostraron alegría por acceder a una tercera dosis. En algunas sedes se observaron largas filas, en otras no tanto, aunque coincidieron en que la atención fue pronta y amable.

En la FES Zaragoza, en la alcaldía Iztapalapa, se aplicaron cerca de 10 mil dosis, y en medio de las largas filas, los adultos mayores mostraron su agrado por la rápida atención, ya que tardaron máximo 20 minutos.

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Jaime Cortés y su esposa Teresa Mendoza externaron que “a nosotros nos fue muy bien”, y solicitaron a la población cuidarse, “por lo menos nosotros, los viejitos que no tenemos la necesidad de trabajar, pues hay que cuidarnos y seguir con la vacunación. Estar al pendiente de no reunirnos en donde hay mucha gente”.

Mientras que Ana María Romero Zamudio y su esposo David Ávila Jiménez recordaron que contrajeron el virus antes de que llegaran las vacunas, e incluso, perdieron a uno de sus hijos por la enfermedad. “¡Gracias a Dios, ya hay vacunas y hay que aprovecharlas!”.

Mientras que en las inmediaciones del Campo Marte, en Miguel Hidalgo, a donde llegaron los habitantes de la alcaldía Benito Juárez, la fila era inmensa, pero avanzaba ágilmente. Los adultos mayores lo hicieron lo más rápido posible, pues se tenían que ir a trabajar y otros a “encerrarse”.

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En los alrededores del Auditorio Nacional, los empleados del gobierno federal y local también hicieron sus movimientos a toda prisa; mientras unos atendieron a los adultos mayores que ocupaban una silla de ruedas u orientación, otros agilizaron los trámites para que los jóvenes no se desesperaran y el proceso fuera rápido, pues al lugar llegaban de todos los puntos de la Ciudad, “la idea es vacunar a todos, no importa de dónde vengan, con su INE es más que suficiente”, dijo uno de los trabajadores, al tiempo que revisaba las identificaciones y sin mayores complicaciones, a todos les decía que pasen.

Los más exquisitos pedían sombras o que en el trayecto —no más de 100 metros—, les regalaran aguas o electrolitos.