El whiskey o whisky —dependiendo del país en el que estés— es uno de los pocos destilados que son realmente globales; que sin importar en qué parte del mundo te encuentres, lo puedes pedir y encontrar una amplia variedad de opciones para elegir.
No solo ha llegado a todos los rincones, también se hace, ya que no cuenta con una denominación de origen establecida. Entonces, más allá de Escocia e Irlanda, se produce en prácticamente todos los países —incluído México— e, incluso, se han generado variantes de estilo como el famoso bourbon americano, el rye whiskey o el japonés.
Whiskey esmeralda
Si bien Escocia se ha posicionado como la reina del whisky, la isla vecina de Irlanda , da una justa pelea por la corona. De hecho, en algún momento fue suya. Sin embargo, la industria sufrió una seria caída en su producción llegando al punto en que únicamente tres destilerías se mantenían en pie.
Actualmente, el whiskey irlandés ha recuperado el tiempo perdido y está en camino a reconquistar su título. El número de destilerías ha aumentado y su producción es imparable. Pero, más allá de la geografía, ¿en qué se diferencia el whiskey irlandés de sus contrapartes escocesas, americanas y niponas? “El whisky escocés y el japonés son muy similares porque el asiático tomó inspiración del primero en sus inicios (aunque ha evolucionado mucho y comienza a escribir sus propias reglas). Lo mismo, pero al revés, sucede con el irlandés. El escocés se inspiró en él”, explica Óscar Ardid, brand ambassador de Bushmills, una centenaria destilería de Irlanda del Norte. Son dos las principales diferencias entre el irish y scotch whisk(e)y. “La primera, sí o sí, el grano se tiene que tostar con aire caliente, no con turba. Los granos tostados con turba suelen ser ahumados. La segunda diferencia es que la mayoría de las bodegas destilan tres veces antes de añejar, por lo que el whiskey irlandés suele ser más suave que otros; de ahí en fuera, no hay muchas más diferencias.
“Comparten la misma materia prima, proceso y regulación en cuanto al tiempo de añejamiento: en ambos casos, se necesita hacer un mínimo de tres años en barrica de roble”, dice Óscar.
Cata de experto
No importa qué bebida vayas a evaluar, suelen ser tres factores los que se toman en cuenta: vista, nariz y gusto. Para que estos elementos se desplieguen en su totalidad, la experiencia de cata comienza con la copa correcta. La glencairn glass , está diseñada especialmente para saborear y experiementar todos los matíces del whiskey. Sin embargo, si no cuentas con una, Óscar recomienda utilizar una copa de vino blanco. El chiste es que sea lo suficientemente ancha para que la bebida se abra pero tampoco demasiado para que se sigan sintiendo los aromas.
“Lo primero que notaremos es el color, el cual depende del tipo de barrica que se utilizó para añejarlo. Por ejemplo, puedes tener un whiskey madurado en barrica de jerez y otro en roble blanco y lo más seguro es que el líquido que se añejó en la barrica de jerez tendrá una tonalidad más oscura que la de roble.
“Después, al momento de mover el líquido en copa, veremos que se dibuja una línea que desciende poco a poco; eso nos va a dar información sobre la sedosidad o untuosidad del destilado. Entre más tarden las gotas en bajar, más cremoso será el whiskey”, comparte el experto.
Ahora toca el turno de descubrir sus aromas. “Lo más interesante es olerlo. Se pueden encontrar desde notas muy frescas y cítricas hasta dulces y especiadas. Un ejercicio que pueden hacer es ponerse unas gotitas de whiskey en la mano y frotar hasta que sequen. Lo que estamos haciendo es volatilizar el alcohol, evaporarlo y que solo quede la esencia. Ahora, cuando huelas tus manos, podrás percibir las notas reales sin que el alcohol lo opaque”, recomienda Ardid.
Ya lo viste y ya lo oliste. Ahora sigue la parte divertida: probarlo. “Lleva tantito whiskey a la punta de la lengua y labios; después, pasa por la garganta: es suave.
“Es importante que, cuando probemos un whiskey, especialmente de gran calidad, hagamos este ejercicio para salivar y que nuestras papilas gustativas se preparen”, recomienda.
Ahora, otro punto importante: la temperatura. No existen reglas que impidan beberlo en las rocas, aunque tampoco es una práctica recomendada. “Mi sugerencia es servirlo sin hielo —o rocas— pues lo que lo afecta no es la dilución sino la temperatura. El frío hace que se contraigan las moléculas y no se liberen aromas. Si lo enfriamos, estaremos apagando y opacando lo que ofrece”, finaliza.
Un premium blend de cebada y maíz con triple destilado y maduración en barricas de jerez y bourbon. Su perfil frutal lo hace ideal para utilizarlo en la elaboración de cocteles.
Ideal si deseas probar el irish whiskey por primera vez. Es un blend muy suave que pasó por una maduración de cuatro años en barrica de roble. Perfecto en las rocas o coctel.
Este single malt, tiene un añejamiento mínimo de 10 años en barricas de jerez y bourbon. Al probarlo, percibirás notas frescas y especiadas a la vez. Tómalo en las rocas.
Extra suave y sin complicaciones. Es un blend de single malt y mezcla de whiskies que se finaliza en barrica de bourbon. Un curioso whiskey irlandés americanizado desde el nombre.
Lleno de personalidad, este single malt ha madurado por 16 años en barricas de jerez y bourbon con un terminado en oporto. Es ideal para disfrutarlo derecho.
Este single malt se reposa 19 años en barricas de roble americano ex bourbon y roble europeo ex jerez; y, por último, pasa dos años más en barricas de Madeira. Su sabor es extraordinario, suave e intenso con notas de maple, compota de fruta y madera. Es aterciopelado y cremoso en boca y marida perfecto con postres de chocolate.
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