En su columna P.D. Tengo Hambre, Diana Féito les cuenta a los lectores de sobre Voraz, la cantina que se come la ciudad.

Una cantina es un sitio donde uno entra para olvidarse del tiempo, y en , el chef Emiliano Padilla ha reinterpretado ese concepto para darle un giro propio, pero con el mismo propósito: quedarse y disfrutar sin prisas.

Aunque le llaman gastrocantina —ese concepto importado que mezcla comida y cantina con aires sofisticados—, en esencia, este lugar en la Roma Sur es una especie de cantina de barrio moderna: un espacio para comer, beber y dejar el reloj guardado.

Con paredes industriales y sillas que recuerdan los pupitres de secundaria, Voraz no se parece a nada de lo que esperarías, pero mantiene algo de esa esencia de sentarse y no salir pronto.

La carta tiene entradas que invitan a curiosear, como las orejas de cerdo confitadas y crujientes, servidas con una vinagreta de achiote y habanero.

Cada bocado te da ese golpe ácido y fresco que, más que abrir el apetito, te confirma que la comida aquí no necesita muchos adornos para funcionar.

Luego vinieron las alitas brutas, herencia del Pollo Bruto, el proyecto anterior del chef. Asadas a la leña, con chile morita y una salsa de ajo y chiles güeros, te dejan la satisfacción de no solo haber comido, sino de haber vivido la comida, de esas alitas en las que uno tiene que chuparse los dedos sin pena.

Ya en los platos fuertes, entre chamorros y gorditas de ostión que iban de mesa en mesa, me decidí por el pescado negro, un platillo que figura entre las recomendaciones del chef.

Llega asado con recado negro, ceniza de tortilla y algas marinas, y va acompañado de aguacate tatemado. La idea es taquearlo, y aunque el sabor ahumado y la frescura del aguacate logran una buena combinación, es más el juego visual que una sorpresa de sabor.

Y, por supuesto, en una cantina no faltan las bebidas. Aunque la carta de vinos y cocteles es extensa y diseñada con esmero, decidí acompañar mi comida con una pilsner sencilla.

Los sabores intensos de cada platillo merecen un maridaje que permite concentrarse en lo esencial, y la cerveza fue el acompañante idóneo.

El postre fue una magdalena de chocolate, un guiño a los “pingüinos” de la infancia, solo que en versión mejorada: tibia, con helado de vainilla, crujiente de miel y un toque de sal. Es ese dulce final que funciona para cualquier sobremesa, sin hacer más ruido del necesario.

En Voraz, uno no encuentra ni la formalidad de una cantina ni la pretensión de un restaurante. Las paredes gastadas, las sillas de pupitre y la música relajada te hacen sentir en un sitio donde no tienes que pretender nada.

Eso sí, la cuenta no es la de una cantina ordinaria, y aunque el concepto sea casual, el cheque promedio es un recordatorio de que, para vivir la experiencia completa, hay que invertirle.

Pero, en una ciudad donde todo está a un clic y las modas se desgastan rápido, Voraz ofrece una bocanada de originalidad que, si estás dispuesto a pagar, vale la pena probar.

Voraz

Dirección: Aguascalientes 93, Roma Sur, Ciudad de México.

Tel: 55 2534 0704

Horario: De miércoles a lunes de 14:00 a 01:00 horas.

Promedio: $1,200.00 pesos.

Diana Féito es periodista gastronómica, apasionada por descubrir historias. Siempre la encontrarás comiendo algo rico y compartiéndolo en sus redes.