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Un amigo francés me contó que la sopa de cebolla era el equivalente a los chilaquiles en las bodas de Francia. Además de ser plato emblema de la gastronomía gala, aparentemente también es uno de los mejores aliados contra la cruda. Este dato curioso llegó a mí conocimiento, tras haberle contado a mi amigo sobre mi visita a un restaurante nuevo de nombre Frenchie.
La cocina de este lugar es 99% golosa y 1% arriesgada.
Está llena de sabrosas insignias como los escargots à la bourguignonne, el pato à l'orange, el coq au vin o el lenguado a la Meunière. Algunos ingredientes juegan con técnicas francesas dando como resultado platos como la mantarraya en mantequilla café o el pied de cochon con morillas y mollejas. Yo opté por dos platillos tradicionales y uno para experimentar: caracoles, sopa de cebolla y la manita de cerdo antes mencionada.
Un sexteto de caracoles arriban en el típico plato que posee huecos en el fondo para evitar que los moluscos se muevan de su sitio. Mantequilla de perejil, ajo y coñac forman parte de los elementos utilizados para cocinarlos. En la mesa se ubican unas pinzas del lado izquierdo y un diminuto tenedor del derecho. Tiempo de alardear y comerlos con los cubiertos speciales, aunque sumergir un pedazo de pan en la mantequilla es uno de los pequeños placeres de este plato. El primer caracol desaparece de su caparazón. Es francamente rico y su carne, suave.
De segundo, llega un pequeño bowl de color blanco con una colosal capa de queso. La cuchara se disfraza de taladro y se encarga de romper el revestimiento lácteo, como si se tratara de una excursión al centro de la tierra. Hay que ser pacientes, a pesar de la pornográfica escena que se obtiene al levantar el cubierto y descubrir un hilo de queso que se niega a abandonar el plato. Uno, dos o hasta tres ligeros soplidos son necesarios para enfriar la sopa.
El tercer tiempo se acerca: una pata de cerdo acompañada con puré, un trío de morillas y algunas cebollas. Un cuchillo, extraído de una curiosa caja escondida en la mesa, rebana con facilidad la escultura porcina para descubrir un mousse elaborado con pollo, morillas y mollejas. Me impacta la destreza de cubrir dicha mezcla con la extremidad del porcino. Al probarlo, sigo sorprendida, es suave y deliciosa. Al siguiente bocado se suma un poco de puré y un sorbo de vino de Burdeos. Por copeo solo ofrecen dos alternativas, pero toda la carta de vinos es gala.
Conforme avanza el reloj, mi estómago comienza a sentirse satisfecho y en el paladar siento demasiada sal proveniente del plato. No lo termino con culpa, pero en ocasiones eso sucede al acudir a comer sin compañía, y el menú de Frenchie invita a ser compartido. Le doy un vistazo a la carta de postres, pero decido que será mejor en otra ocasión. Porque regresaré a seguir probando esta buena cocina gala. El único problema es que habrá que romperle una pierna al cerdito porque sus precios van acorde al lujo de la zona donde se ubica.
Dirección :
Anatole France 70, col. Polanco
Tel:
5281 7093 / Twitter: @ frenchie_mx
Horario:
lun-sáb 13:30-00 hrs. / dom 13:30-18:00 hrs.
Promedio:
$1000 pesos