Un juguete entretiene y produce placer. Es el vehículo que permite desarrollar las capacidades del ser humano, un objeto que añade magia y emoción a la vida. La definición, mi estimado lector, bien podría aplicarse al vino, ¿a poco no?

La mañana del lunes me encontré con Mauricio Ruiz, enólogo de Vinos Juguette , en una mesa del restaurante Padella de la CDMX. Recorrer la historia y los matices aromáticos y gustativos de sus etiquetas, nacidas en el Sur de Australia, pero dirigidas al mercado nacional, fue igual a visitar una alucinante juguetería vitivinícola. Déjeme contarle.

El proyecto Juguette surgió en 2012 como eso: un objeto de entretenimiento y placer personal. Junto a Ben Caldwell, enólogo y compañero de la Universidad de Adelaide, Mauricio se lanzó a la creación de caldos de estilo clásico, elaborados a partir de cepas típicas australianas (piense usted en Shiraz), pero capaces de cautivar el paladar mexicano. En palabras del enólogo regiomontano: “vinos varietales, plagados de fruta, con mucha intensidad, pero sin la influencia excesiva de la madera; vinos que acompañen la gastronomía nacional.” El resultado ha sido sorprendente.

Barossa Valley, McLaren Vale y Langhorne Creek, todos en la denominación South Australia, son los pilares de esta “juguetteria”. La fruta proviene de viñedos externos, con edades promedio de 20, 40 y hasta 60 años, como en el caso de la Shiraz de Barossa Valley. Roble francés y barricas viejas, a la usanza del Sur del Ródano (en formatos grandes, que aportan maduración lejos de aspereza), cierran el ciclo. Literalmente todo, desde la recepción de las uvas hasta la vinificación, crianza, embotellado, etiquetado e incluso distribución de los fermentados, pasa por manos de Mauricio y Ben.

¡Vinos!, ¡vinos! De lo particular a lo general podemos mencionar el Shiraz de Barossa Valley, plagado de matices frutales y ligeras notas especiadas, o el Cabernet-Shiraz de McLaren Vale, tinto estructurado y complejo, de carácter herbáceo, con agradables destellos de cerezas, ciruelas, cacao…; seguimos con El Avión de Juguette, mezcla de Grenache y Mourvèdre, también de McLaren Vale, bien floral y fresco, y El Trompo de Juguette, ensamble de Cabernet Sauvignon, Merlot y Petite Sirah de la región de Langhorne Creek, jugoso, largo y sencillo.

Me contaba Mauricio que el proyecto ya contempla la comercialización de un blanco tranquilo, que hará su aparición triunfal en territorio mexicano en las próximas semanas, además del lanzamiento de Oda, vino de guarda que mostrará toda la filosofía de Juguette: “el vino debe hablar de un lugar, después de un estilo, de una variedad y, por último, de una barrica.”

Un juguete que se bebe
Un juguete que se bebe

—Carlos Borboa es periodista gastronómico, sommelier de vinos y juez internacional de vinos y destilados.

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