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La leche es un alimento indispensable para la canasta popular. Decenas de generaciones en México han crecido tomando leche de vaca: fuente de calcio, fortalece los huesos, brinda proteína. Sin embargo, entre 1986 y 1987, no solo traía nutrientes al cuerpo, sino también radiación.
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De Chernobyl para México
La ahora extinta Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) fue la encargada de brindar alimento a las clases trabajadoras, campesinas y populares de México. A través de su programa, cientos de miles de litro de leche eran distribuidas por todo el país. Desde Tampico hasta Tláhuac, el lácteo viajaba de comunidad en comunidad alimentando familias enteras.
A mediados de la década de los 80, el desconocimiento de la radiactividad en el país era común. Aunque existían institutos especializados en energía nuclear desde 1956 como la Comisión Nacional de Energía Nuclear (CNEN), y más tarde la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (Conasensua), nadie creería que los residuos de la explosión de la planta de Chernobyl llegaran a las mesas mexicanas.
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Vacas bebían agua radiactiva
Todo empezó en Irlanda, Irish Dairy Board, una comercializadora de leche descremada en polvo intentaba sacar de sus lotes el producto contaminado con radiación, como explica el blog especializado en ciencia Xataca. Tras la explosión de la planta nuclear de Chernobyl, en Ucrania, una nube de químicos radiactivos se precipitó a Europa. Es aquí donde, literalmente, llovió agua radiactiva sobre los campos donde las vacas pastaban, contaminándolas al instante, así como sus derivados alimenticios.
Es así como la leche en polvo comercializada por la empresa irlandesa resultó contaminada por partículas de cesio-137 y estroncio-90, la cual intentarían vender “a buen precio” por Latinoamérica.
Aviso oportuno
Se tienen informes que el embajador de México en Brasil, Antonio Gonzales, avisó a la Secretaría de Relaciones Exteriores que Irlanda estaba intentando comercializar leche radiactiva en Brasil, Venezuela, Filipinas y Ghana. El gobierno de Miguel de la Madrid asegura no haber recibido tal aviso pues en 1986, adquirió, al menos, 18 mil 174 toneladas de leche con partículas radiactivas que repartió por todo el país a través de la Conasupo.
Fue Wyeth Vales, filial de la empresa irlandesa quien, a través de un estudio, se dio cuenta que había isotopos de Cesio 137 dentro de la leche en polvo y que no podía comercializarse. Establecieron que mientras no pasara de 370 bequereles (unidad de medida internacional para medir radiación) y fuera diluida, podía consumirse. En México, alcanzó los 2 mil 700 bequereles.
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¿Qué pasó con la leche radiactiva?
Los cargamentos llegaron a Veracruz y recorría el rumor de la leche contaminada proveniente de Europa en los altos mandos del gobierno. Es así como el vicealmirante Manuel Rodríguez Gordillo de la Marina, comenzó a investigar motivado por un atole que parecía hecho con leche bronca, que en realidad era preparado con leche en polvo robada de un lote exportado de Irlanda. Es así como México confirma que miles de toneladas estaban contaminadas.
11 mil toneladas de leche radiactiva distribuidas en el país no fueron analizadas. Liconsa, Conasupo, Conasensua y la Secretaría de Salud comenzaron los análisis, 6 meses después de que los primeros lotes en 1986 se hubieran comenzado a repartir. La idea era parar la distribución y regresar a Irlanda los lotes contaminados.
La historia comienza a difuminarse cuando la versión oficial sugiere que se detuvieron los cargamentos que extendieron el límite internacionalmente “aceptable de radiación” para ser devueltos a Irlanda. Otros reportajes aseguran que esta exportación no se realizó completamente, sino que en Tampico, Tamaulipas se decidió diluir un saco de leche contaminada por seis limpios y volvió a comercializarse. Incluso el vicealmirante explica en una entrevista que hubo robos hormiga en un cargamento que se derramó tras un descarrilamiento, esparciendo la leche contaminada.
Desde la hemeroteca
El Universal, en su momento informó sobre bodegas donde se resguardaron hasta 5 mil toneladas esperando un destino final, de acuerdo con el reportero Francisco Arroyo.
Lourdes Cárdenas, también de El Universal, informó sobre casos de más de 200 menores de seis años que bebieron leche radiactiva en la guardería de la estancia 15 del El Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), asegurando que no era ni el primero ni el único de los reportes.
La reportera del mismo periódico, Ruth Rodríguez, escribió sobre las protestas de Greenpeace en la Cámara de Diputados al respecto, así como el esclarecimiento del tema, pues asegura que, además de las 80 mil toneladas de leche en polvo radiactiva, había más de 138 mil kilos de mantequilla contaminada también.
En 1996, el caso seguía abierto, entre los señalados estaban Rafael Fernández de la Garza, director del proyecto nuclear de la Comisión Federal de Electricidad, que sabía de la contaminación de la leche, Eduardo Cabazos, intermediario comercial entre México e Irlanda y hasta Raúl Salinas de Gortari, el gerente de Liconsa, de acuerdo con Arturo Armenta Nuñez, corresponsal del periódico.
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Las consecuencias
Pese a que no hay una versión completamente aceptada de toda la historia, y que el caso se haya cerrado en 1996 en favor del gobierno y reabierto en 2023 gracias a información recuperada de la organización periodística Archivero, lo cierto es que sí hubo millones de personas que consumieron esta leche.
De acuerdo con cifras oficiales recuperados del hospital Federico Gómez registró un incremento en los pacientes con cáncer infantil entre 1987 y 1997. Durante ese tiempo, se calcula que se enfermaron cerca de 900 niños al año, 30% de los cuales falleció. Dejando una generación amamantada por leche en polvo radiactiva.
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