La palabra “canero” no está en el diccionario pero se refiere a lo carcelario. Ese es uno de los tantos vocablos del argot en aquellos espacios estigmatizados y sombríos. “Lo crudo, lo cocido y lo finamente picado. Sabores y sinsabores de las mujeres en prisión. Recetario canero” es un proyecto de las presas de Santa Martha Acatitla en la delegación Iztapalapa de la Ciudad de México.
En él no solo hay procedimientos para cocinar—escritos, descritos e ilustrados por 30 de las mil 300 reclusas en este penal, con sus palabras, expresiones, narraciones y sentires—: este documento es una radiografía creativa para conocer testimonios, de primera mano, sobre un entorno que coharta desde la libertad de movimiento hasta los placeres más sencillos y cotidianos como lo es beberse un café o comerse una salsa.
Leer también:
El recetario canero existe gracias al trabajo conjunto con el proyecto Mujeres en Espiral de la Universidad Nacional Autónoma de México, conformado por estudiantes, académicas, abogadas y artistas, quienes trabajan desde hace trece años en tres ejes: sistema de justicia, pedagogías en resistencia y perspectiva de género. Han hecho documentales, murales y más, pero esta vez las mujeres eligieron trabajar en 2019 sobre el derecho al agua y a la comida sana y apetitosa, esa que sabe bien y que te permite congregarte y repararte, así como para protestar por los altos precios de los alimentos que les venden en la recaudería interna y que son un tercio más caros, explica Marisa Belausteguigoitia, directora de esta iniciativa.
La investigadora añade que las recetas compiladas en este libro son manuales de cómo lidiar con el castigo, la ausencia, las prohibiciones y la soledad, además de ser un instrumento de justicia restaurativa de apoyo entre las mujeres. En sus páginas se encuentra plasmada su creatividad y la urgente necesidad que tienen de comer con placer y de que la comida sea reparadora ante su adversidad diaria.
En esa penitenciaria no tienen cocina y se les da rancho, la forma de llamarle al menú de desayuno, comida y cena que ofrece la institución, pero que es inapetente y nada alentador visualmente. “Comer el rancho es triste: es un escenario más de tristeza en sus vidas”, dice Marisa. Este puede mejorarse, siempre y cuando se tenga dinero para pagar la cebolla extra para darle sazón o recocinarlo.
A su vez, solo tienen ingresos si las visitan o si trabajan por unos cuantos pesos. 70% de ellas no recibe ningún invitado, 90% son madres y 70% tienen entre 19 y 36 años: ser presa y ser mujer es un elemento significante de desigualdad. De ahí, la necesidad y la misión social de visibilizar sus condiciones hacia el exterior, hacia las autoridades y de que ellas mismas reflexionen sobre sus contextos y marginalidad.
“Algo que es importante con las mujeres, y lo vemos con gran potencia, es la sororidad y la conciencia entre ellas, la construcción de un sujeto político o paradójico, es decir, grupos que se juntan no solo para comer sino para tramar un buen dia. ¿Qué traman las mujeres en la cárcel ?
Traman buenos días, cómo tener un día sin acontecimientos, uno suavecito, uno con trabajo, pero con un provenir. Si se reúnen, pueden tener estratégicamente un mejor menú y pueden además comentarse sus procesos jurídicos y decirse cómo le hacen para sobrevivir”, narra la especialista.
También enseña lo mucho que hacen con poco ya que no tienen acceso a utensilios, así que como cuchillos usan las tapas de las latas de atún, un cenicero puede ser transformado en salero, un foco se vuelve comal y un vaso sirve para moler, explica Marisa. Ni siquiera tienen estufa o licuadora y deben pagar para moler algo o esperar a hacerse acreedoras de una sarteneta, si es que tienen buena conducta y solo hasta después de seis meses.
Leer también:
Están las “Enchiladas verdes del recuerdo” de Tereza, que es uno de sus platillos favoritos y justo el día que la detuvieron, estaba por preparar unas para comerlas con su familia; está el “Flan napolitano: no me olvides porfitas” de Tita, que no requiere horno y sirve para mandárselo a los seres queridos para que sigan viniendo; y también están las milanesas de la abuela Mariella de Silvia, que se acompañan “con dolor por las pérdidas y gotas de limón” y se sirven “con esperanza y paciencia”.
Los “Chilaquiles sin estufa” de Angie son otro ejemplo estrujante. Además de ingredientes como “tortillas duras, hambre” y “aceite, pesitos escasos”, se incluye una meditación: “En este momento puedo decir que mi vida, se parece a los chilaquiles: todo está revuelto y hecho pedazos. ¿Cómo pegar todas las piezas rotas? ¿No es demasiado tarde? Ya estoy vieja y estoy cansada, y para colmo no tengo para aceite para freír tortillas. Estas las puedo recoger del basurero de la institución, siempre hay quien no las coma, aunque a mí solo me dan tres”.
Los días especiales ahí son los cumpleaños, el 10 de mayo, el 15 de septiembre, Navidad y Año Nuevo: para estas celebraciones, se hace tinga de pollo de Alma y Elia. “Porque cuando se trata de compartir se nos olvidan las dificultades, las carencias, los costos; porque ese día se resume en olvidarnos de que estamos aquí”, se lee en esta receta que además de poder replicarse, habla de su forma de vida. Se observan también fotos del ritual de Día de Muertos en el que rememoraron a los suyos desde su encierro. “Las mujeres convierten todo este espacio de sumisión en un espacio de subversión, se convierten en maestras cocineras”, afirma Marisa.
Para las reclusas es prohibido—pero es contradictoramiente, conseguible— tener frutas como uvas, fresas y piña porque fermentan y podrían hacerse con ellas bebidas alcohólicas. No hay vidirio ni tampoco carnes crudas o mariscos. El “no” es una constante y Mujeres en Espiral busca que el Recetario canero sea un instrumento estratégico de conocimiento de lo que viven las mujeres en prisión: han contado con el apoyo de Hazael Ruíz Ortega, subsecretario del Sistema Penitenciario de la Ciudad de México, quien además se comprometió a resolver algunas de las demandas expresadas. Ahora, buscan patrocinador para imprimirlo y puedes visitarlas en su Facebook, @mujeresenespiralSMA, o escribir a info.mujeresenespiral@gmail.com .
La urgencia social es la alimentación con dignidad. Sí, son mujeres que han cometido delitos, pero también tienen el derecho de tener un buen menú, el derecho de aprender, de sentir placer, de tener buena asesoría legal y menos injusticia. “Invitaría a que pensemos en este resguardo qué significa comer y a que piensen en las presas, que ahora más que nunca tienen que pasar sin buenos momento día tras día, sus jornadas son de mucha aridez”, finaliza Marisa.
Leer también: