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Hay personajes de la gastronomía que nos hace cerrar los ojos. Ya sea por elaborar un platillo alucinante, delicioso; pero también por ser protagonistas de situaciones que rayan en la caricatura, en lo cómico.
Uno de ellos es el c hef Herrera , cocinero irreverente, letrado, curioso y enigmático, hasta antes de salir en televisión abierta, como juez del programa MasterChef , donde funge como el policía malo.
Hoy, Adrián Herrera , de origen tamaulipeco, es el némesis de las buenas costumbres para la comunidad regia. Quizá por ello vive en Monterrey , específicamente en San Pedro Garza , uno de los municipios más adinerados y religiosos del país, un sitio del globo terráqueo que adoptó al cocinero sin saber que se convertiría en la catarsis de un regiomontano promedio.
Hoy, con dos restaurantes a su cargo, el chef también se ha dedicado a meterle tinta a páginas en blanco para darle vida a columnas en diarios de circulación nacional, así como a libros de recetas norestenses. Aunque Adrián, supongo, no quiere ser la Chepina Peralta compartiendo procedimientos culinarios. Él es un personaje incendiario, que gusta por decir la verdad, tal y como lo intenta hacer en el programa televisivo.
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Así, en un viaje que hice a Monterrey, decidí visitarlo y entrevistarlo para conocer más acerca de su filosofía de trabajo en su restaurante Fonda San Francisco , que está perdido entre talleres y bodegas de almacenamiento, pero al fin el centro de operaciones del chef, donde ejecuta y vende sus caprichos culinarios, aunque reconozco que el mal diseño de iluminación me hacía recordar una escena de The Walking Dead , posiblemente por esas luces verdes que se usan en las películas de terror gore .
Allí, al calor de unas caguamas el chef afirmaba que nunca seria gobernado por la televisora: “Ni madres, ellos no dirigen mi vida. He aprendido a ser más político, pero no agachón. Sigo siendo el mismo sujeto perverso, resentido y malintencionado. Aniquilo gente con el pensamiento...”
Sin embargo hoy difiero de lo que alguna vez declaró este cocinero. Hoy, con tanta exposición mediática, el chef Herrera se ha vuelto –si cabe en una analogía- un cabrito abierto en canal, cocinado a fuego lento, donde eventualmente lo tunden en las redes sociales por aparecer en comerciales que anuncian jabones de limpieza, polvos condimentados y compartir recetas que dejan mucho que desear.