Si alguna vez has escuchado sobre la pitaya, es probable que te hayas preguntado por qué a veces se escribe pitahaya y otras veces pitaya. La diferencia se debe a que son frutos diferentes y en Menú, hoy te contamos sobre la pitaya, un fruto con un exterior menos llamativo que el de la pitahaya pero un contenido importante de beneficios.
La pitaya proviene del género Stenocereus, que de acuerdo con el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas cuenta con 24 especies, de las cuales entre 17 y 20 se consideran endémicas de México.
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La planta de pitaya pertenece a la familia de las cactáceas y se distingue por ser parte de los cactus columnares. Como el resto de este tipo de plantas se adapta fácilmente a climas calurosos y secos, aunque también logra desarrollarse en zonas húmedas.
En México es común encontrar Pitaya en regiones calurosas, por eso el estado de Oaxaca es el principal productor del país. Después se encuentran los estados de Sinaloa, Jalisco y Puebla.
El fruto también llamado pitaya es ovalado, su cáscara es gruesa y dura, además de que se caracteriza por tener espinas en el exterior. La pulpa de la pitaya es colorida, puede encontrarse de diversos tonos de amarillo, rojo, púrpura, blanco, rosa y morado. Las semillas de la fruta son pequeñas y numerosas, se encuentran distribuidas en toda la pulpa y son de color negro.
El sabor de la pitaya, al igual que el color, es intenso. Es dulce, dependiendo de la variedad y el estado de maduración, puede ser ligeramente ácida y su textura es suave y fresca. Por su aspecto puede confundirse con una tuna roja, sin embargo, el tamaño de las semillas y la variedad de colores es lo que las diferencía.
La recolección de pitayas no es trabajo fácil, pues las espinas llegan a medir entre dos y tres centímetros de largo, son muy delgadas y filosas, por lo que es fácil espinarse. Los agricultores se ayudan de un palo largo de madera con un aditamento de metal al final de este, que se encarga de cortar el fruto. Después, con ayuda de un cuchillo muy filoso se corta la capa de espinas y se almacenan en cajas.
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La pitaya no solo es valorada por su delicioso sabor y su importante papel en la economía del campo, también por sus propiedades nutricionales.
De acuerdo con un documento publicado por la Universidad de Guadalajara, la pitaya se usa desde tiempos prehispánicos por los pueblos habitantes de las regiones semiáridas de México. Este fruto tenía fines alimenticios, medicinales, forrajeros y agroindustriales.
La pulpa de la pitaya destaca por su contenido de vitamina C, indispensable para el proceso de absorción de hierro en el organismo, así como para fortalecer el sistema inmune, evitar enfermedades respiratorias y combatir el envejecimiento celular prematuro debido a los radicales libres.
Es rica en vitaminas del grupo B, como tiamina, niacina y riboflavina, las cuales ayudan al proceso del cuerpo para obtener energía de la comida que se consume.
En cuestión de minerales, la pitaya aporta potasio, hierro, calcio y fósforo, sustancias que intervienen desde la formación de huesos, músculos, glóbulos rojos y todo tipo de tejidos, además de ser una fruta baja en calorías y de mejorar la digestión y el tránsito intestinal por ser rica en fibra.
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