¿Quién no tiene una lata de atún en su alacena para resolver cualquier eventualidad gastronómica? Además de ser un ingrediente práctico y tener un alto rendimiento al cocinarlo, esta especie es una de las más populares de los mares mexicanos y también una de las que propone prácticas de pesca y acuicultura más sostenibles.
De los más de dos mil quinientos especímenes que reporta la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) en aguas nacionales, la captura del atún aleta amarilla es la que tiene regulaciones más claras y aplicables a la práctica.
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El método de pesca
Estos peces son migratorios; es decir, rondan los océanos y nadan en aguas superficiales. Su hábitat preponderante es el Océano Pacífico y, de acuerdo con la Comisión Interamericana para el Atún Tropical –la organización dedicada a la conservación de túnidos para nuestra región– las poblaciones son saludables y por ello es posible pescarlos 293 días al año.
En México se utilizan dos métodos de pesca de atún: la primera tiene que ver con seguir las brisas que provoca el movimiento de los bancos de peces, lo cual supone un escenario complicado para quienes salen a mar abierto y un gasto en gasolina que termina contaminando el agua.
La segunda es la más común y la más eficiente y tiene que ver con los delfines, que nadan cerca del atún y orientan a los pescadores para encontrar el tesoro debajo del mar. De acuerdo con Alfonso Rosiñol, director de relaciones institucionales de Grupomar, –una de las empresas líderes en captura de atún aleta amarilla– el gran reto es no capturar a quienes les dan la pista, así que mucho del esfuerzo de los pescadores tiene que ver con cuidarlos para que sigan siendo los guías en futuras pescas.
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Seguir a los delfines reduce el tiempo que tardan los pescadores en el mar y, por ende, también la huella de carbono y la contaminación del agua por el consumo de gasolina de los barcos. Y no, no hay pérdidas significativas de esta otra especie, Rosiñol platica que, por ser una especie aliada hay un cuidado exacerbado para mantenerlos, tanto que por cada 3 mil toneladas de atún pescado se sacrifican alrededor de siete delfines solamente.
Las redes de pesca de atún, explica, están diseñadas para que solamente aquellos que cumplen con la regulación de talla –es decir, que son adultos, ya se reprodujeron y están listos para ponerse en el plato sin afectar el ecosistema–. Otros métodos, como los utilizados en Estados Unidos, llaman la atención de peces pequeños y tortugas, así que no resulta tan beneficioso practicarlos.
El respeto a la región y a las especies
A pesar de que la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (CONAPESCA) presta mucha atención a la captura respetuosa del atún, en el comercio de productos del mar es muy común la ilegalidad, tanto que OCEANA, una organización global en pro de la conservación de los océanos, calcula que por cada pescado que se pone en la mesa, hay otro que llegó ahí mediante prácticas irregulares.
Para contrarrestar esto, Iván del Mazo, director de Kun Products, una empresa dedicada a la venta de pescados y mariscos, propone no solo pensar en los tres pilares fundamentales de la sostenibilidad que son la sociedad, la derrama económica y el medio ambiente sino que también como consumidores preguntar sobre la trazabilidad del producto que llega a nuestras cocinas.
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Esto quiere decir que se debe saber, con la mayor precisión posible, de dónde viene el atún que se compró, cuál fue el método de su captura, en qué fecha y bajo responsabilidad de quiénes fue capturado.
Para contribuir al consumo de buen pescado en México, existen también organismos como COMEPESCA, el cual pone al alcance de restauranteros y consumidores finales, proveedores que comercializan especies de origen legal y responsable con el entorno en el que se desarrollan.
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