Tradicionalmente, la pasta se elabora a partir de sémola de trigo duro y agua, aunque también se suele utilizar huevo. El perfil nutricional de la pasta se relaciona directamente con la calidad de la sémola utilizada. De acuerdo al Sistema Mexicano de Alimentos Equivalentes, la pasta se clasifica como cereal sin grasa.
En Menú, te contamos todos los beneficios que trae incluir este noble ingrediente en tu dieta.
1. La pasta es una fuente de carbohidratos complejos, que proporciona energía sostenida.
2. La mayoría de las pastas comerciales están enriquecidas con vitaminas y minerales esenciales, lo que aumenta aún más su valor nutricional.
3. La pasta de trigo integral tiene un índice glucémico menor, puede ayudar a controlar el apetito y a mantener estables los niveles de azúcar en la sangre, ideal para las personas con diabetes o que buscan perder peso.
4. Por su naturaleza, se trata de un alimento libre de grasa y colesterol.
5. Al ser un alimento de origen vegetal, su producción requiere menos recursos en comparación con otros alimentos, lo que la convierte en una opción alimentaria sostenible.
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A diferencia de lo que se cree, el gluten no es un compuesto tóxico. Su impacto en la salud es complejo y depende de la respuesta individual de cada persona.
El gluten es la proteína contenida en granos como el trigo, la cebada y el centeno. De hecho, algunas investigaciones sugieren que las personas no celíacas que evitan su consumo, pueden estar más propensas a aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular, debido al bajo consumo de cereales integrales. Sin embargo, para un porcentaje reducido de la población, el sistema inmune identifica erróneamente al gluten como un agente nocivo y reacciona de forma exagerada, desencadenando una respuesta inflamatoria.
1. Cuece la pasta al dente, es decir suave por fuera y firme por dentro. De esta manera actúa como alimento prebiótico donde es recibido por los microorganismos que se alojan en el intestino beneficiando la salud digestiva.
2. Acompáñala con alimentos ricos en proteína como: pescado, mariscos, aves, carne, huevo o queso; y grasas saludables como: aceite de oliva, aceitunas, aguacate, nueces, semillas o vinagretas.
3. ¡Agrega fibra! Procura siempre incluir, al menos, una porción de vegetales en tus recetas.
4. Opta por preparaciones frías. La pasta fría es fuente de almidón resistente, un carbohidrato no digerible que favorece la salud intestinal, el control glucémico y el estreñimiento.
5. Aunque ocasionalmente se vale, evita combinar la pasta con ingredientes hipercalóricos como embutidos, cremas y salsas a base de quesos.
6. Prefiere pastas de sémola de trigo duro e integrales de buena calidad.
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1. Una taza de pasta cocida solo aporta 150 calorías.
2. De acuerdo a la Organización Internacional de la Pasta, hay más de 500 distintos tipos de pasta.
3. La pasta fría puede provocar mayor saciedad que la pasta caliente.
4. La salsa de tomate cocinada con aceite, incrementa las concentraciones de licopeno (un poderoso antioxidante), de 2 a 3 veces más en comparación con el jugo de tomate fresco.
5. Para conservar mejor la pasta, debe guardarse en un recipiente cerrado y protegido de la humedad.