En su columna P.D. Tengo Hambre, Diana Féito les cuenta a los lectores de sobre el restaurante-bar , un lugar que no necesita modernizarse para seguir siendo relevante.

En medio de la Condesa, donde las voces extranjeras se mezclan cada vez más con las pocas que quedan en español, existe un refugio gastronómico que, a diferencia de muchos de sus vecinos, no tiene necesidad de las modas digitales ni del marketing de tendencia. La Montejo se mantiene firme, arraigada a lo que verdaderamente importa: la comida yucateca, esa que reconforta con cada bocado y te recuerda que, aunque la ciudad cambie, hay cosas que permanecen intactas.

Montejo es uno de esos lugares que reúne a familias, amigos y parejas bajo un mismo techo, donde el bullicio de las conversaciones se mezcla con el clinc clinc de los platos. Aunque la fiebre por Mérida y el sureste de México ha crecido en la capital gracias al nearshoring y hasta al interés de magnates como Elon Musk, en La Montejo no hay necesidad de aire acondicionado para disfrutar de los sabores de la península.

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Ubicado en una casona de tres pisos, este lugar tiene dos personalidades distintas. En la planta baja, como buena cantina, la fiesta es de cervezas y dominó, con la tradición de recibir botanas si se piden cuatro cervezas o más. Pero si realmente quieres sumergirte en los sabores del sureste, te conviene subir las escaleras, donde el menú a la carta te transporta directo a Yucatán sin perder un solo paso en el camino.

Como entrada, el guacamole fue la elección perfecta, fresco, picosito y simple, acompañado de totopos crujientes y escoltado por un buen tequila con su respectiva bandera para preparar el terreno. La combinación no falla: lo suave del aguacate y el toque picante del serrano elevan la experiencia y te invitan a seguir disfrutando de lo que está por venir.

La travesía continuó con una sopa de lima, ligera en cantidad pero con mucho sabor. Perfecta para abrir el apetito. Luego llegaron los tacos, uno de cochinita pibil y otro de pavo en escabeche, acompañados de la salsa roja de rigor y habanero picado con cebolla morada. Aquí, el picor no es advertencia, sino invitación.

Los panuchos tampoco pueden faltar en la mesa. Ordené una tanda para compartir, acompañada de un generoso plato de papadzules rellenos de huevo. Pero la estrella de la noche fue el relleno negro, una joya que merece una ovación por sus tortillas hechas a mano y la mezcla perfecta de albóndigas de cerdo y pavo deshebrado en ese recado más oscuro que un cenote profundo. La cocina yucateca en su máxima expresión.

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El flan de queso cerró la experiencia con el toque dulce perfecto. No hay nada en el menú que busque reinventar la tradición o impresionar a influencers; aquí lo que manda es la comida bien hecha, esa que resiste modas y permanece viva en cada bocado.

En una ciudad que cada día se vuelve más cara y más efímera en sus propuestas gastronómicas, Montejo es un respiro de autenticidad. Un lugar que no necesita modernizarse para seguir siendo relevante, porque cuando lo que se ofrece es tan sólido, es el público el que vuelve, semana tras semana, año tras año.

Bar Montejo

Dirección: Av. Benjamín Franklin 261-A, Colonia Condesa, Ciudad de México.

Teléfono: 55 5516 5851

Horario: Lunes a sábado de 13:00 a 00:00 horas.

Consumo promedio: $450.00

Diana Féito es periodista gastronómica, apasionada por descubrir historias. Siempre la encontrarás comiendo algo rico y compartiéndolo en sus redes.