Durante los últimos años, el matcha se ha convertido en una de las bebidas más solicitadas en los centros de consumo, dejando atrás la rigurosidad de la ceremonia de té japonesa.
Esta variedad de té verde en polvo se caracteriza —además de su llamativo color— por la versatilidad que tiene, sus propiedades antioxidantes y su distintivo sabor. “El matcha no solo es un té verde hecho polvo. Para que sea considerado como tal, las hojas de la planta del té, camellia sinensis, tienen que pasar por una serie de procesos que comienzan desde el arbusto”, explica Deborah Dychter, sommelier de té certificada y fundadora de la marca Zoma.
“El camino del matcha empieza con las hojas. Al menos 20 días antes de la cosecha, los arbustos de té se cubren para evitar el exceso de sol y así lograr que las hojas acumulen mayor cantidad de clorofila, compuesto que le brindará al té su característica tonalidad verde brillante. Llegada la cosecha, únicamente se cortarán los brotes, primeras y segundas hojas, mismas que se dejan secar antes de retirar los tallos y venitas. Ya limpias las hojas, pasan al molino, en donde se muelen en un fino polvo, el matcha”, explica Dychter.
En cuanto a los beneficios obtenidos al consumirse, este tipo de té es conocido por sus propiedades tanto relajantes como energizantes. Por un lado, su ligero contenido de cafeína te pondrá alerta y, por otro, la L-teanina contenida en él, te ayudará a reducir el estrés.
Otra propiedad bien conocida es su abundancia de antioxidantes, los cuales audan a retrasar el envejecimiento prematuro de las células, ocasionado por factores externos como los radicales libres. “El matcha tiene un sinfín de propiedades pero, siempre hay que tener bien claro que tampoco se trata de un alimento mágico que solucionará todos tus problemas”, añade.