“Yo no sabía hacer frijoles o preparar una salsa”, me confiesa don Betancourt, sentado en un banco de plástico recargado sobre una malla ciclónica, “pero la necesidad me obligó a hacerlo”, asegura el hombre de cabello blanco y cejas negras, quien se encarga de supervisar el puesto callejero y, en ocasiones, cobrar. El “Blancanieves” de los tacos , comenzó su negocio hace 20 años y, como si fueran enanos, sus seis empleados hacen que todo marche: freír, cortar, servir, empacar, cobrar y limpiar.
En una olla estilo paellera, borbotea el aceite sin piedad y es ahí donde las piezas de pollo, res y jamón con queso y empanizadas se cuecen durante dos minutos, uno de cada lado. Tras la fritura, la montaña de comida se traslada (con tremenda habilidad), a un contenedor de metal donde reposa unos segundos antes de ser cortada por un individuo que no necesita mirar la hoja del cuchillo para obtener cortes simétricos.
El tercer “enano”, toma dos tortillas, las unta con frijoles, las rellena con la proteína solicitada y le pasa el plato a su compañero para entregarlo y/o empacarlo. En esta escena no hay canciones buscando príncipes azules, pero sí se cuela un músico callejero entonando Runaway de Los Pericos: “cuídame bien, que lo mío es serio…”
Llega el plato a mis manos con dos tacos : uno de milanesa de res y el otro combinado, milanesa de pollo y jamón con queso. Las salsas son dos: la roja, elaborada con chile de árbol; y la verde, de serrano con habanero, cuya su acuosidad se traduce en un picante holgazán. Algunos comensales las combinan, yo elijo una para cada taco y su respectivo rocío de limón. La primera mordida es al taco de pollo; cruje ligeramente, el queso derretido hace que resbale perfectamente el jamón y la salsa verde redondea la experiencia. La única queja es el pollo, pues proviene de medallones redondos que hacen el trabajo más fácil, pero que merman el sabor.
Mientras termino el taco, observo el desfile de gente, algunos llegan caminando, otros en coche. Hay policías, albañiles, oficinistas y estudiantes: la hermosa democracia del taco. Continúo con el de res, al cual bañé discretamente con salsa roja. La delgada carne está perfectamente cobijada por un empanizado de buen sazón. La salsa extra se hace necesaria, así como unos tragos de conocida bebida de mango sin gas para aportar humedad. Aquí no hay sillas y como al comer parado “caben más”, se cuela un tercer taco de res. Según lo que observo en los platos contiguos, la tercia es la orden más popular.
Don Betancourt me cuenta que inició el negocio alimentando a los trabajadores que construyeron el Centro Libanés y pensó en milanesas al tener poca oferta de ello en la ciudad. Aunque también hay de guisado, como costilla de puerco en adobo, chicharrón con nopales o suadero en salsa verde. Su éxito fue tal que, al año de vida, las filas no se hicieron esperar; en fin de semana hay dos: una para comer ahí y otra para llevar.
No considero a L os Milanesos un peregrinaje culinario pero, si me encuentro por la zona, no les digo que no...
Los Milanesos
Dirección: Glaciar 121, col. Olivar de los Padres
Horario:lun-vie 7:30 a 16 hrs. , sáb 7:30-13 hrs. (o hasta agotar existencias)
Promedio: 80 pesos