Ah, el pan de muerto. Ese esponjoso pan que protagoniza el Día de Muertos en nuestro país es esperado con asías cada temporada.
Si bien hay más de 920 versiones de este pan dulce que varían de una región a otra, una en particular ha conquistado el centro del país: el pan de muerto que recuerda un montículo de tierra, como el que cubre un féretro. De esta versión sobresalen la tapa de un supuesto cráneo, conocida como la mollera, y las canillas, largos huesos que representan brazos y piernas.
Sin duda, este icónico pan de dulce merece un maridaje que realce sus notas de mantequilla, naranja, azahar y anís, sin eclipsar su dulzura. ¿No tienes idea de cuál es el mejor vino para acompañar al pan de muerto en esta temporada?
¡No te preocupes! En Menú te dejamos cinco vinos perfectos para maridar este pan de dulce tan representativo.
El pan de muerto encuentra un equilibrio perfecto en este vino seco de burbujeo continuo. Cada sorbo limpia el paladar, dejando espacio para que los matices del pan se disfruten plenamente. La refrescante acidez del vino resalta la dulzura del pan de muerto sin sobrepasarla, creando una experiencia ligera, elegante y perfectamente equilibrada.
Los aromas cítricos a lima y manzana verde de este vino espumoso añaden contrastan con el pan de muerto, mientras que la acidez vivaz del vino limpia el paladar después de cada bocado. Las sutiles notas a levadura del vino armonizan con los toques suaves de la masa, creando una experiencia equilibrada y refrescante.
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Este vino espumoso, fresco y ligero, aporta una frescura vibrante que contrasta de manera sutil con la suavidad del pan. Los aromas frutales a manzana verde y cítricos realzan los sabores tradicionales del pan de muerto, mientras que su larga persistencia en boca prolonga el disfrute de cada bocado.
Los aromas de manzana verde, pera y ligeras notas de panadería de este vino espumoso se integran armoniosamente con los matices de azahar del pan de muerto, mientras los recuerdos florales añaden una capa de complejidad al maridaje. En boca, la acidez vivaz y la burbuja fina realzan la experiencia, limpiando el paladar y permitiendo que el dulzor sutil del vino y del pan se complementen sin sobrecargarse.