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Llegas a Santa Martha Latuvi , poblado de la Sierra Norte oaxaqueña . El camino es tan verde como sinuoso. Sabes que la diversidad es prolífica y la vista se anima pues cada temporada hay algo diferente. Después del tiempo de celebrar a los muertos y de las flores amarillas, viene el de cosechar los maíces de temporal que darán el sustento diario.
Socorro Santiago
es una de sus generosas habitantes. Te lleva a su casa, te enseña sus cultivos. Tiene uno en su patio y otro más en el monte. Le gusta trabajar la tierra. Aprendió con su padre, Emeterio Santiago, quien también era campesino, como casi todos en estos terruños zapotecos.
Su hablar es pausado y cálido. Narra que llegó a vivir a este pueblo mancomunado porque se casó con Prudenciano Santiago, quien es carpintero. Soco, como le dicen de cariño, tiene cinco hijos. Solo uno de ellos vive aún en la casa familiar y le ayuda en las labores del campo.
Ellos tienen cuatro tipos de maíces :
. Hay dos momentos en los cuales cultivan: febrero y marzo. Las cosechas son los dos últimos meses del año, aunque el rojito “está más tiernito y se siembra a fines de abril pues es tardío”.
La inversión que una familia hace para poder cuidar su milpa varía. En su caso no pueden usar tractor porque tienen árboles frutales como manzanos y durazneros. Todo se hace con yunta de toros y les cuesta 450 pesos por jornada. El pedacito que tienen requiere día y medio de trabajo y el esfuerzo de un mozo.
Ahí se observa abundancia milpera. Ella es hábil, se mueve fácil por las laderas. Nada se desperdicia: las matas que tira el viento o a las que les entra agua se aprovechan para dar de comer a los pollos o conejos, y para abonar estos espacios.
Los mamíferos orejones comen tortilla y agua de masa. Su carne sirve para cocinar delicias como el amarillo con papas o el coloradito. Cuenta que una noche antes la sancocha con ajo molido y sal. Luego, la tuesta a la brasa y hierve en agua para que quede sabrosa.
Quelites, quintoniles, lechugas, chilacayotas, flores de calabaza, endivias y dos hierbas que se conocen como “piojito” y “mostaza”, entre otros, son parte de las posibilidades para llevar a la mesa, en diferentes variantes: hervidos, fritos o a la mexicana.
Hay flores blancas, moradas, rojas, rosas y tantos aromas que los sentidos saben que esto es abundancia. Soco muestra una planta de chile manzano. Explica que los hace en vinagre o rellenos de atún, quesillo o papa.
Con el grano maravilla que guardan en el tapanco junto a los corrales elabora tortillas, memelas, pinole, atole rojo (que lleva maíz amarillo y tostado, cacao y achiote), tamales de tinga, chepil o solo “masitas”, con sal y hoja de aguacate, quesadillas, pozole de pollo o puerco y más. Su chichilo es distinto al de Valles Centrales: lleva chiles guajillo y ancho, canela, ajonjolí, “pan de acá”, tortilla quemada, masa de maíz moradito y hierba santa.
“Este año fue bueno. Gracias a Dios las tierras no nos han defraudado. Siempre tenemos producción. Es para nuestro consumo y alcanza. No nos resulta para vender porque no es caro”, comenta.
Puedes visitar Santa Martha Latuvi . Hay cabañas colectivas e individuales para hospedarte y opciones para pedir tu estancia con comidas. Solo deberás dirigirte a las oficinas de turismo local o reservar con antelación en Expediciones Sierra Norte .
A menos de dos horas de la capital del estado, entre cerros, su olor a leña te abrazará sin prisas. No hay ruido: solo los cantos de los pájaros, el susurro del viento y las voces apapachadoras de anfitriones como Soco te recibirán.
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