La semana pasada le anticipé un par de entregas adicionales acerca de Rioja y su gran diversidad productiva. Hoy, querido lector, apuntaremos a las variedades de uva que crecen a lo largo y ancho de esta fascinante Denominación de Origen Calificada , la primera en España.
Apenas catorce cepas, blancas y tintas, están autorizadas para la producción de vinos en la DOCa Rioja. Ninguna es tan elemental en la identidad local como la Tempranillo. Ahí le va un dato interesantísimo: más del 75 por ciento de los viñedos en esta región se dedican a la producción de Tempranillo. Imagine usted 48 mil 750 hectáreas de viñedo destinadas a un único y exclusivo varietal… ¡Alucinante!
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Como en ninguna otra zona vitivinícola –recuerde que su producción está permitida en 28 denominaciones de origen de toda España–, la Tempranillo adquiere una singular expresión en suelo riojano. Sus fermentados despliegan una gran intensidad cromática, con tonos que van del rojo profundo hasta el púrpura, evolucionando al naranja con el paso de los años. En nariz, ofrecen aromas de frutos rojos y negros, desde fresas hasta ciruelas, con marcados destellos florales, balsámicos, de especias cálidas e incluso de cuero y establo en los ejemplares más tradicionales. Cabe decir que las notas de tabaco, cacao, vainilla y tostados, propias de la crianza en roble, ayudan a fortalecer el carácter varietal de la cepa. En boca, hay que mencionar amabilidad, estructura, acidez vibrante, taninos finos.
Inmediatamente después debemos apuntar a la Garnacha Tinta , uva predominante en Rioja Oriental, bien asociada a la producción de vinos rosados tranquilos pero también empleada para enriquecer con su frescura, amplitud aromática y buena graduación alcohólica a la Tempranillo. Ni qué decir de la Graciano, otra de las aliadas naturales de la cepa reina riojana, cuya acidez viva y contenido fenólico la hacen adecuada para prolongar la capacidad de envejecimiento de cualquier mezcla tinta.
Por último, pero no menos importante, es necesario mencionar a la Mazuelo (también llamada Tinto Mazuela) y a la Maturana Tinta. La primera, capaz de dar vida a caldos con acidez marcada y buena proporción de taninos, también se cuenta entre los complementos más comunes para dar longevidad a los ensambles de Tempranillo. La segunda, hoy cultivada exclusivamente en suelo riojano, ha adquirido relevancia en los últimos años gracias a su originalidad y expresión sensorial; sus vinos despliegan una inigualable intensidad cromática, acidez viva y marcada astringencia, además de singulares aromas vegetales que recuerdan a pimientos verdes frescos, balsámicos y especias picantes. Ninguna otra uva tinta forma parte del amplio espectro productivo de la DOCa Rioja. ¿Cepas blancas…?, deberá esperar a nuestro próximo encuentro para descubrirlas.
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