El relleno de puerco es uno de los guisados tradicionales del Itsmo de Tehuantepec, donde Nicol Peto es originaria, ella es Muxe. Este platillo, preparado con chile guajillo, achiote, verduras y una serie de condimentos como ajo, clavo, pimienta, vinagre y hierbas de olor, se cocina para fiestas patronales u ocasiones especiales como Navidad.
Después de varias horas tras la cazuela, Nicol cuenta que este fue de los primeros platillos que aprendió a cocinar, acompañado del clásico puré de papa; así como del cerdo en salsa verde. Así lo aseguró para medios de su comunidad. Su abuela, Florencia Peto fue clave para que se aceptara a sí misma y desarrollara su habilidad en la cocina.
Las mujeres del Itsmo suelen llevar una tehuana, una prenda típica de la vestimenta zapoteca; además de ello, las uñas pintadas, maquillaje marcado y su talento en la cocina definen a Nicol, cuya identidad va más allá que su género biológico.
Nicol lleva una vida común: es profesora, pero también es la primer muxe nombrada como cocinera tradicional en la historia de México. Un nombramiento que llegó en 2019, pese a que las muxes han llevado por siglos la responsabilidad de los cuidados, el hogar y la cocina, en compañía de las mujeres cisgénero de sus comunidades.
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Recientemente, la Gaceta del Colegio de Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), acompañado de Víctor Alexis Lima Vázquez, integrante de la comunidad muxe explicaron que “entre la población zapoteca existe una de las manifestaciones más antiguas de identidad de género: los muxes, personas que nacieron biológicamente como hombres, pero que con el tiempo adoptaron roles femeninos, sin competir con otras mujeres”.
Así como sucedió con expresiones como queer para insultar a las personas de la comunidad LGBT+, muxe proviene de una palabra despectiva en zapoteco derivada de mujer, que incluye identidades transgénero, trasvestis u homosexuales, sin embargo, como asegura la máxima casa de estudios, estas personas se apropiaron del término para brindarle un valor positivo al “tercer género”.
Datos de la UNAM en 2019 estiman que, tan solo en esa región, hay cerca de tres mil muxes, de las cuales, no todas son trans. La diferencia radica en su autopercepción. Ser muxe no es ser hombre, ni mujer, ni trans (si así no se quiere), es una identidad propia, simplemente se es o no. Aunque no todas buscan transformaciones en sus cuerpos, su identidad puede ir guiada hacia los cuidados, la cocina, y la cultura. Si bien suelen ser incluidas en su comunidad, también sufren actos de discriminación.
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En el Tercer Encuentro de Cocineras Tradicionales de Oaxaca 2019 se les reconoció a Nicol y a Donají Mendoza como vivas representantes de una tradición culinaria que debe valorarse. En el Istmo, ser Muxe es como una bendición para las familias matriarcales de la región en donde el género no suele convivir con las normas sociales, o al menos eso se piensa fuera de la comunidad.
Jinna Herrera es una cocinera tradicional de Celaya, Guanajuato. Cuenta que desde muy pequeña siempre quiso incursionar en la cocina y ser capaz de cocinar en las fiestas patronales de su pueblo, sin embargo, por haber nacido como varón, se le impidió desarrollar sus habilidades gastronómicas con libertad en casa.
Fue hasta que cumplió los doce años que, cuando su familia no estaba, decidió poner manos en la masa para demostrar que ella podía cocinar. Sacó el petate y preparó la masa para unas tortitas de camarón molido con nopales y chile, típicas de Celaya. Sin luz y sin recetario más que los recuerdos de ver a su abuela y a su mamá cocinar, terminó el guisado.
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La cocinera recuerda que su familia se sorprendió por haber preparado de excelente manera las tortitas, fue entonces que empezaron a valorar no solo su cocina, sino su identidad de género. “El amor entra por el estómago, cuando prueban mi comida, la gente me ve cada vez más con admiración y respecto”, asegura Herrera.
Años después, es promotora cultural y artesana, además de cocinera tradicional y muxe de corazón (pues aunque es de otra cultura, ella se identifica con esta forma de vida). Incluso, es fiel promotora de las tortillas ceremoniales a lo largo del estado, pues a través de sellos de madera grabados y tinta de muicle, tuna o garambullo, las tortillas se graban directo del comal, en las fiestas patronales.
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Donají Mendoza es una cocinera tradicional de San Blas. Explica que desde los 18 años, comenzó a ejercer su identidad libremente y gracias a su trabajo con Nicol, quien la impulso para volver a la cocina después de la pandemia.
Recuerda que fue el mole rojo con puré de papa horneado lo que alimentó el amor por los guisos, una pasión que motivó su abuela, quien aún vive y se enorgullece de tener la misma sazón que Donají.
Cuenta que, pese a que el apoyo de la comunidad ha crecido, aún hay discriminación para y por la comunidad LGBT+, de la cual, ella ha hecho activismo político. “El paraíso muxe” como le llaman no es del todo verdad, afirma Donají. Relata que, aunque hay mucho talento tras la cocina, el arte, las ciencias y demás profesiones, aún hay discriminación a tal grado que muchas muxes se ven obligadas a ser trabajadoras sexuales.
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Afortunadamente, han habido avances para el reconocimiento. Joleth Patiño y Adner Ortiz son dos muxes que también fueron reconocidas como cocineras tradicionales. Así mismo, hay grupos de apoyo y orientación para que las infancias transgénero y de la comunidad LGBT+ desarrollen una profesión en la cocina o fuera de ella.
Donají dice que San Blas, es uno de los sitios con más población muxe, pero es necesaria más aceptación para la diversidad sexual, más allá de sus roles profesionales, pues pese a ser cocineras tradicionales, aún hay quien no acepta su identidad, ni como artesana, como mujer, o como persona.
Hoy las muxes son símbolo de resistencia para la comunidad LGBT+ y para la cocina tradicional, las cuales deben ser reconocidas y respetadas en todas sus formas, pues su identidad de género no debe competir con la sazón tradicional.
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