El proyecto de vinicultura que arrancó Fernanda Parra en 2020, en Baja California , no solo inició bajo una nube de incertidumbre por la pandemia por Covid19 ; sino que además, había previsto un proyecto experimental con vinos de baja intervención, trabajando con diferentes productores de uva, no solo los más antiguos sino aquellos que tan sólo tienen una veintena de líneas de plantación. Ahora, Pouya Wines comienza a distribuirse en restaurantes en botellas con diseños modernos; o bien, a venta directa en bolsa con válvula para una cómoda trasportación.
Foto: FB/Pouyawines
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“Somos un proyecto súper joven. A mí me gusta trabajar con diferentes productores; yo estudié viticultura también, pero mi fuerte es la enología . Entonces, me fui con lo que para mí es lo menos complicado, el hacer vino. Tengo la fortuna de trabajar con viñedos que tienen, casi 60 años de edad, con viñedos históricos de la región.” Comenta Fer, quien trabajó en biotecnología y obtuvo la maestría en Enología y Vitivinicultura, en Francia e Italia.
Y el hecho de adquirir uvas con distintos viticultores en los valles de Baja California, le otorga distintas posibilidades de realizar un varietal; pues la vendimia se puede realizar en Ejido El Porvenir o en algún viñedo ubicado en San Antonio de las Minas .
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Al trabajar con pequeños productores con escasas líneas de plantación (de 20 líneas); es un valor satisfactorio para el enófilo, pero en el momento de comercializar el producto podría convertirse en una desventaja; sin embargo, la enóloga recalca que “la intención del proyecto es hacer cosas diferentes, y estar en constante evolución”.
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Los vinos que produce son de baja intervención, sin correcciones de azúcares y acidez en el mosto, con el uso de levadura orgánica certificada y agrega: “Trabajar con estos viñedos; con esos productores que tienen un poquito más de enfoque a su trabajo, nos da mucha versatilidad y ser muy flexibles, trato –sobre todo- de ver el viñedo, ver la uva. Trato de expresar la uva y no moldearla a mi estilo, dejo que la uva trate de expresarse. El terruño para mí es súper importante”, asegura.
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Mercado diverso
Rosé
elaborado con garnacha y el vino naranja elaborado con chenin blanc, forman parte de las cuatro etiquetas con las que arrancó Pouya Wines en 2020; año en el que se contabilizó la producción de 2019 y entre ambas se elaboró en promedio 300 o máximo 400 cajas de vino.
En 2021, Fer Parra, comenta con la emoción en las palabras que realizó 10 etiquetas; como ella lo asegura “son experimentos”, y agrega: “Como le digo a todo mundo, a todos los distribuidores, a todos los restaurantes; soy tu peor pesadilla, pero si me siguen la cura nos la vamos a pasar bien a todo dar. Soy el vino que te vas a encontrar a lo mejor una sola vez en tu vida…”. Con esta advertencia, hay restaurantes que ya tienen sus vinos en su menú; tal es el caso de Merotoro, Amaya y Costela de Alexander Suastegui.
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Fer –así le gusta que le llamen-, ha conformado una empresa que está funcionando como una plataforma laboral para mujeres creativas y talentosas; “trabajo con mujeres, la diseñadora es mujer, la contadora –de Pouya Wines- es mujer, trabajo con amigas; necesitamos apoyarnos entre nosotras…”, y a través de estas propuestas constantes en la industria vitivinícola, superar la opinión que ha escuchado Fernanda: “El vino puede hacerlo una mujer por ser delicada…”, cuando la conclusión sería “el vino lo puede hacer una mujer porque realmente sabe cómo hacerlo”.
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Al liderar este proyecto, Fer Parra de 37 años, no se ha dormido en sus laureles sino entre parras y en bodegas procesando vinos naturales como el Remix Pét-Nat , un estilo de vino espumoso natural nombrados como Pétillant Naturel que es novedad en el mercado de vinos; y además, comercializa cierta cantidad de producto en bolsas de plástico con válvula, apto para vino, cuyo uso va en aumento en algunos países como Australia y Nueva Zelanda; también en Europa, por ser un empaque práctico y algunos casos, reciclable.
Foto: FB/Pouyawines
“Si volteamos a ver a la nueva generación, chavos entre 18 y 28 años, son consumidores que –viven en la inmediatez, todo es en friega, todo es en el momento, quieren saber de dónde viene y cómo está hecho el producto o el vino…
Ese es nuestro nicho de mercado, este nuevo público que está consumiendo súper rápido, todos ellos, que tienen esa conciencia ética…”, cierra el comentario Fer, quien también está consciente que las más antiguas bodegas vitivinícolas del Valle de Guadalupe son “monstruos de producción que –ratifica Fer- acaparan todo el mercado”.
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Por ello, la enóloga, que aumentará su producción en 2022 a 600 cajas, apuesta por la venta de vino en bolsas de cierre hermético que a la vez lo protege de la luz solar; una opción para regalo o fiestas en la playa. A la par, continuará con botellas de vidrio para conservación del vino, con diseño de etiquetas llamativas; seguirá buscando familias de productores que a penas han hecho madurar la vitis vinífera recientemente; seguirá tocando puertas en los restaurantes –Máximo Bistrot muy pronto le dará luz verde- y continuará haciendo vinos para consumidores que, como concluye esta audaz ingeniero, “estén igual de locos que yo, y que quieran probar cosas distintas”.
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