A raíz del comunicado en 2015 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que vincula la ingesta de carne con el cáncer, muchas personas dejaron de consumir todo tipo de carne , pese a que solo alerta sobre la carne procesada, es decir, aquella que ha sido transformada a través de la salazón, el curado, la fermentación, el ahumado, u otros procesos para mejorar su sabor o su conservación. Es decir, machaca, salchichas, cecina, embutidos, chorizo, moronga, tocino, carne de hamburguesa empacada, entre otros.
La carne
ha sido parte importante de la alimentación a lo largo de la evolución humana, aporta proteína de alto valor biológico y nutrimentos con mejor biodisponibilidad que otras fuentes alternativas de alimentos.
Entre sus propiedades encontramos:
Hierro:
necesario para oxigenar todas las células del cuerpo.
Zinc:
ayuda en la formación de tejido.
Selenio:
protege al organismo de los efectos tóxicos de los metales pesados y otras sustancias dañinas.
Vitamina B12:
ayuda a la formación de glóbulos rojos y al mantenimiento del sistema nervioso central.
Proteinas de alto valor biológico que fortalecen el sistema de defensa y reparan, forman y mantienen en buen estado la masa muscular.