Risueñis y de cabellos rizados, Santiago, con cuatro años de edad, y Félix, de dos, son los hijos de Karina Mejía e Israel Montero, una pareja de chefs que dirigen y cocinan en Siembra Tortilleria.
Karina nos cuenta que la relación de sus hijos con la gastronomía comenzó desde el embarazo ya que ella, durante sus dos embarazos, nunca dejó de trabajar en la cocina. “Ellos se gestaron entre ollas y sartenes hasta horas antes de nacer. Yo trabajé hasta horas antes de que se rompiera la fuente”, recuerda.
Ya más grandes, empezaron a entrar en contacto con huertos, sembradíos y animales con la finalidad de sensibilizarse con la naturaleza. Además de que siempre están viendo a sus papás preparar la comida y hacer emplatados, ya sea en la casa o en Siembra Tortillería.
"Siempre les digo que la comida es un acto de amor y que hay que prepararla con alegría, porque eso se transmite a quien se la come, Esa es la clave del éxito”.
-Karina Mejía, Siembra Tortillería
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“Eso los motiva a que parte de sus juegos sean hornear un pastel o prepararse un taco con lo que sea que esté a su paso. Han estado interactuando desde huertos o sembradios, cocina y emplatados, acompañándonos en diferentes momentos por diferentes circunstancias”, dice la chef.
Por más ocupados que estén, Karina e Israel siempre están al servicio de sus niños preparando en casa sus antojos además de las tres comidas. “Tienen diferentes gustos, depende de la hora del día”, nos comparte Karina con risas. A Santiago le encanta el sushi y a Félix la pasta.
Lo que tienen en común es que todo el día podrían comer mangos y, para el desayuno, lo que nos piden sosn tlacoyos ya sea de frijol o de chicharrón. Por otro lado, Santi y Félix añaden que les gusta mucho cómo preparan el pescado y los tacos de cochinita pibil, mismos que podemos encontrar en su local dedicado al maíz criollo en Polanco.
A sus 10 años de edad, la podemos ver en patines en algún parque de la CDMX durante los fines de semana con su papá Fernando Martínez Zavala, a quien le encanta el movimiento sobre cuatro ruedas, ya sea en patines o patineta.
Copete, como le dice Fernando, nos describe que vivir con un chef es igual a “locura”, porque, aunque llevan una dieta saludable, se dan algunos gustos cuando van a ver una película en casa. “Aunque me diga que coma bien y no coma cochinadas, a veces las comemos. Nos gustan las papas de vez en cuando”, comparte con mucha risa.
Así como a su papá le gusta ir a restaurantes a probar cosas nuevas, a Vero también. De sus restaurantes favoritos está el Bajío, lugar en donde siempre pide arroz con plátano.
Si está en casa hacemos tortillas juntos, él me enseñó y me fascina. También nos gusta mucho cocinar pollito asado con papas porque es fácil de hacer y sabe muy rico, cuenta Vero.
Aunque pensó en algún momento estudiar para chef, por el momento Vero quiere ser artista. Se imagina que de grande será pintora. “Con mi papá puedo aprender mucho de cocina, así que puedo estudiar otra cosa”, finaliza.
"En la cocina aprendes a decidir, desarrollar sentidos, no solo con ingredientes, también con las personas. Eso genera cercania”.
-Fernando Martínez Zavala, Migrante
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Víctor Zárate, chef de Ometusco, en la colonia Condesa, fue papá primerizo a los 27 años de edad, un momento en donde apenas estaba comenzando su carrera. Primero llegó Max, un niño inquieto que ahora tiene 12 años y quien está orgulloso de su papá.
De sus platos favoritos, a Max le gusta el pollito de leche que cocina en el restaurante. Cuando están en casa preparan noodles y “comida muy padre como el chileatole, es rico”.“En mi casa yo puedo preparar hotcakes, huevo y sincronizadas. Todo me lo ha enseñado él”, asegura Max.
En el caso de Matilde, con 10 años de edad, nos comparte que, a vaces, cuando tienen vacaciones van al restaurante a ayudarle a Víctor con algunas recetas y tareas. “Cuando sea grande quiero ser chef como él. Mi hermano quiere ser científico. Yo seguiré con la profesión familiar”, resalta Matty, como le dicen sus amigos.
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Involucrar a sus hijos en el mundo gastronómico para Víctor ha sido importante porque así lo pueden entender mejor. Aprenden sobre responsabilidad, puntualidad y orden. Además, pasan tiempo juntos de manera distinta. A esto, Max nos dice que, cuando va a Ometusco, él monta los tacos de pato y pocha los huevos para el desayuno.
“Me gusta que mi papá sea chef porque, con su dinero, nos lleva a muchos lados, además de que me enseña cosas que me gustan como hacer tortillas a mano. Saben muy diferentes a las de la tienda. Son más ricas. También las picaditas con huevo, las croquetas de jamón serrano y los molletes”, explica la pequeña. “Creo que la mejor receta es aquella que tiene amor. Es el toque perfecto que mejora todas las cosas”, finaliza.
"Me gusta que me acompañen al trabajo porque así ven lo que hago, sé que les llena de orgullo mi profesión, a veces me ayudan en la cocina con algunas tareas”.
-Víctor Zárate, Ometusco
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