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Surfea las olas del vino
Una llamada acorta ocho horas de diferencia y 9 mil 400 kilómetros de distancia. Del otro lado de la bocina, desde el sur de Francia y en plena tornaboda, el importador de vinos Tanguy de Bodinat.
Mientras habla sobre las mieles y hieles de emprender en México, la erre gutural en su español delata su origen galo.
Los vientos no siempre han estado a favor de este kitesurfista y viajero empedernido, lo cierto es que su tesón abrió las cartas de los restaurantes mexicanos a pequeños productores vitivinícolas de Francia.
Exactamente, ¿de qué parte de Francia eres?
De las afueras de París. Ahí crecí hasta mis 20, después me fui a Argentina, de intercambio; luego viví en Burdeos.
Mi base siempre fue París, pero muchos de mis amigos emigraron a Burdeos, Lyon, Marsella… y ahora, cuando regreso, siempre hago paradas en todos esos lugares.
Y, ¿cómo acabaste en México?
Tuve la oportunidad de estudiar un año en Argentina. Me encantó y desde ese momento supe que quería regresar a América Latina.
Mi papá está casado con una mexicana; entonces, cuando terminé la escuela de negocios, en Burdeos, quería regresar y México fue una elección natural. Aunque, en 2012, cuando llegué, no tenía planeado quedarme 12 años o toda la vida.
¿Cómo fueron tus inicios acá?
Empecé como vendedor para Importaciones Interamericana al sur de la Ciudad, me fue tan bien que a los seis meses tomé el puesto de gerente foráneo.
Mi trabajo, durante dos años, fue viajar por todo el país para desarrollar el portafolio con distribuidores y centros de consumo. Una súper chamba donde tuve la oportunidad de conocer México y el mercado del vino.
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¿En qué momento decidiste ser importador?
Lo que me animó fue encontrar un nivel de gastronomía y hospitalidad muy alto y una falta de buenos vinos de Francia para empatar con eso.
La oferta de vinos franceses era limitada, encontrabas grupos grandes, ‘négociants’ como Louis Jadot, George Duboeuf… pero faltaban las pequeñas bodegas familiares enfocadas en calidad. Eso es lo que fui a buscar y la primera importación de Climats llegó en 2016.
¿Qué vinos había en el portafolio de aquel comienzo?
Domaine du Vieux Télégraphe, una bodega de Châteauneuf-du-Pape muy reconocida, fue la primera que contacté y que estaba interesada en entrar al mercado mexicano.
Literal fueron tres etiquetas de esa bodega. Importé un pallet, que son como 600 botellas. Así inició todo, con los ahorros de mi trabajo anterior.
Fue una primera bodega bonita para definir la identidad de Climats como importador de bodegas chiquitas, de calidad… Y tuve suerte de que a los sommeliers y restauranteros les encantó ese perfil de vino. Ellos ayudaron a que el proyecto tomara forma y fuera exitoso.
¿Qué obstáculos has enfrentado?
El primero, que México da la falsa impresión de ser muy fácil, flexible; pero al momento de hacer algo formal, se vuelve complicado. Abrir una importadora de alcohol es muy pesado a nivel administrativo y yo no tenía ni idea, no estaba preparado. El gobierno puede quitarte tu padrón de importación por múltiples razones y me ha pasado.
Cuando importas, dependes de factores que no controlas. El tiempo de llegada puede ser muy largo por el papeleo, el barco, las aduanas. Dependes mucho del tipo de cambio que varía de forma drástica y es impredecible, eso afecta tus ventas y rentabilidad.
Y finalmente, la industria en México fomenta malas prácticas como vender a crédito y parece imposible hacerlo sin dar descuento.
Y satisfacciones…
Tengo que decir que es increíble cómo está creciendo el mercado mexicano, el interés que hay por el vino… realmente es una ola muy buena sobre la cual he surfeado y en los ocho años de la empresa he visto una evolución muy rápida y positiva de la industria. Quizá, de una forma, contribuí un poquito a esa evolución.
¿Cómo fue creciendo tu catálogo?
Hice muchas giras para conocer a toda esa gente increíble que hace grandes vinos, todos muy curiosos, sabían que algo interesante estaba pasando en México.
Apenas escribí un artículo en mi blog sobre la preparación previa: por cada región o pueblo visito cinco o seis bodegas. Busco información y analizo quiénes son los actores más importantes; a veces, antes de ir a Francia me iba a San Francisco, porque eso me permitía probar los vinos, hacer una preselección y determinar bodegas por región.
Durante mucho tiempo, armé el portafolio de Climats con una sola bodega por región.
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Pero hoy hay más de una bodega por región…
Durante cinco años, importé sólo vinos franceses, todos después de haber visitado las bodegas y conocido a los dueños. Poco a poco, esas mismas bodegas me dijeron que, por su producción limitada, no podían darme más. Así se abrieron las puertas para traer a otra bodega de la misma región. No es crecer por crecer, sino por necesidad.
¿Fue difícil buscar etiquetas en otros países?
Lo pensé mucho, tenía miedo de que mi paladar y conocimiento no pudieran llevarme a lograr el mismo nivel de calidad fuera de Francia.
Mi primer viaje, de 15 días, fue a Piamonte, una región con una personalidad muy francesa, muy parecida a Borgoña en la forma de cultivar, clasificar y estructurar su viñedo. Fui a buscar mis primeros vinos italianos y empecé con tres bodegas, dos de Barolo y una de Barbaresco.
Mucha gente todavía define a Climats como un importador especializado en vinos franceses. Y es verdad, porque 50 por ciento del portafolio lo es, pero hoy manejamos 80 bodegas de siete países: Francia, Italia, España, Austria, Alemania, México y Estados Unidos, más de 300 etiquetas y algunas compras de oportunidad en lotes chiquitos, de vinos extraordinarios y caros, tipo Château Lafite y Château Margaux.
¿Qué te empujó a subirte en la ola de los wine bars en la CDMX?
Desde el inicio, el modelo de negocio fue vender a restaurantes, pero tenía la necesidad de conocer a mi cliente final y para eso hemos hecho muchos eventos, pero era complicado organizarlos y generaba esa confusión de ser una importadora o un lugar para consumir.
NIV nació porque necesitábamos un lugar donde los vinos pudieran expresarse con comida, beber de forma relajada, en un ambiente cool, pero adecuado, con buenas copas.
¿Cómo cambió el wine bar tu percepción?
La gente no entiende fácilmente la dificultad y el mérito que conlleva ser importador de vino: necesitas tener suerte, invertir dinero y muchos factores pueden salir mal.
Pero el restaurante es algo por lo cual te tienen mucho respeto. He recibido muchas felicitaciones por NIV y creo que es algo positivo, porque el lugar es bonito, funciona bien y tratamos de ofrecer calidad a precios decentes, tanto en vinos como en comida.
¿A dónde vas a comer cuando extrañas la comida francesa?
La verdad, faltan buenos restaurantes franceses en México. No hay uno en el que me sienta en mi país al 100 por ciento. Hay lugares donde la cocina tiene una identidad francesa, diría Máximo Bistró, Havre 77 y Bakéa, pero sí siento que hace falta un bistró francés con platillos típicos.
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