¿Sus cebollas serán ‘receta secreta’?” Le pregunta un joven comensal a su padre con los ojos atentos a la plancha tapizada de tacos de cochinita y panuchos. Éstos últimos fueron los causantes de su curiosidad. No hay tiempo de seguir los cánones yucatecos y rellenar la tortilla con frijoles negros, así que Karen —la mandamás de la cochinita— embarra las leguminosas con velocidad, añade un montículo de carne deshebrada bañada en achiote, unos cuantos trozos de cebolla, rebanadas de aguacate y sirve.
Los panuchos se comen con la mano. La actitud natural indica una ligera inclinación de la cabeza (el lado depende de su lateralidad). La boca se abre conforme se acerca la comida, no antes, y la mirada se postra en el platillo, aunque es válido cerrar los ojos al momento de masticar para concentrarse en los sabores. La referencia cortazariana se ve interrumpida por un grito: ¡tres suaves, Karen! Así que muerdo el antojito: está sabroso, pero unas gotas de limón y algunas cebollas en escabeche con habanero lo levantan mágicamente.
Frente a mí se postra un par de tortillas recubiertas por una costra suave de queso. Debajo, hay una copiosa porción de lomo adobado. De las tres salsas disponibles, elijo la de piña con habanero. Muerdo. Todo funciona. La grasa y textura del queso, la suavidad de la tortilla, el sazón de la carne y el remate del dulzor de la fruta con picante. No suelto el taco por temor a romperlo y porque no quiero que se acabe. Un par de tacos de bistec con nopales esperan en la fila pero, antes, doy unos buenos sorbos a una sabrosísima agua de limón con chía que amablemente me traen del local de lado. Dicha bebida ganó una mención honorífica, pues cada agua es elaborada en ollas gigantes de barro que, además de crear una folklórica postal de mercado, resulta en un sorbo delicioso.
Pero no dejemos pendientes, que esos trozos de bistec recién salieron del asador, pasaron por el tronco y el afilado cuchillo del taquero para, luego, ser cobijados por una tortilla de maíz. Pongo algunas gotas de salsa roja en mi mano para descubrir su picor, y percibo guajillo; cuando pregunto por sus ingredientes, solo recibo un: “sabe diferente, ¿verdad?”. Me gusta el sabor a humo, pero esconde una carne de calidad promedio. Culpo a la gran expectativa que me hicieron al nombrarlos “los mejores tacos de bistec de la ciudad”.
Robo unas mordidas de un taco de moronga de mi cómplice culinario; aquí le llaman rellena y sale de la isla de guisados. Salchicha, chicharrón y mole con carne son algunas opciones de ese apartado, pero estoy felizmente satisfecha. La taquería J y E solo abre los fines de semana. Siempre la encontrarás a reventar, pero si tienes oportunidad, toma asiento en la barra que separa el mercado de la cocina. Y, al terminar, haz las compras de la semana como yo lo hice.
P.D. Ya hay torta de bacalao.
Taquería Johnatan y Elenita
Dirección: Persia 52, col. Mercado Romero Rubio.
Horario: sáb 9-18 hrs. y dom 9-16 hrs.
Promedio: $150 pesos