En la más reciente entrega de su columna Vinícola en Tinta, Carlos Borboa le cuenta a los lectores de sobre la consolidación de Bolivia como un destino enológico emergente.

Bolivia, aunque menos conocida en el panorama vitivinícola internacional, alberga una tradición vinícola rica y única que se desarrolla en condiciones extremas. Enclavados en los valles interandinos, los viñedos bolivianos están entre los más altos del mundo, con altitudes que oscilan entre los 1,600 y los 3,000 metros sobre el nivel del mar. Estas características proporcionan un entorno único para el cultivo de la vid, donde la alta irradiación solar, las marcadas diferencias térmicas y los suelos predominantemente arenosos, calcáreos y arcillosos favorecen la producción de vinos con gran intensidad aromática y acidez natural.

Esta semana recorro Bolivia junto a Luis Guzmán, embajador del para la región. Debo confesar, querido lector, que pocas regiones en el mundo me han sorprendido tanto; no hay duda, Bolivia es el secreto mejor guardado de la vitivinicultura del Nuevo Mundo.

La industria vitivinícola boliviana tiene su epicentro en Tarija, que concentra cerca del 90 por ciento de la producción nacional, aunque otras regiones como Valle de Cinti, con sus inigualables cepas criollas, y Samaipata, con sus viñedos de altitud en terrazas, han comenzado a desarrollar su propio perfil. Las variedades internacionales como Cabernet Sauvignon, Merlot, Tannat, Syrah y Chardonnay dominan el panorama, pero los productores bolivianos han hecho del Tannat un aliado especial, dando origen a vinos estructurados, intensos y de gran potencial de envejecimiento.

La vitivinicultura en Bolivia no es un fenómeno reciente. Su historia se remonta al siglo XVI, cuando los colonizadores españoles trajeron las primeras cepas al territorio. Desde entonces, la viticultura ha evolucionado, adaptándose al entorno geográfico y cultural del país. Sin embargo, en las últimas dos décadas la industria ha experimentado una verdadera transformación, con la incorporación de tecnologías modernas, la profesionalización de los productores y una creciente atención al mercado internacional. Estos esfuerzos han resultado en la consolidación de Bolivia como un destino enológico emergente, con vinos que destacan por su frescura, elegancia y tipicidad.

Leer también:

En este contexto, las uvas criollas, herencia directa de las vides traídas por los españoles, ocupan un lugar especial, particularmente en el Valle de Cinti. Estas variedades, adaptadas a las condiciones locales durante siglos, forman parte del patrimonio vitivinícola boliviano y están comenzando a recibir el reconocimiento que merecen. Entre ellas, la emblemática Moscatel de Alejandría, que no sólo se utiliza para elaborar vinos tranquilos secos, sino también para la producción del célebre Singani, el destilado nacional de Bolivia.

El Singani, hecho exclusivamente a partir de uvas Moscatel, es un ejemplo de cómo las criollas han sido adaptadas y transformadas en productos únicos que reflejan el carácter del terruño boliviano. Este destilado, que goza de denominación de origen, se caracteriza por su pureza aromática, con notas florales y cítricas que lo distinguen de otros destilados a base de uva.

Además del Moscatel, otras variedades criollas, como la Negra Criolla y Vischoqueña (cepa endémica), están siendo rescatadas y revalorizadas en vinificaciones modernas que exploran su potencial. Estos esfuerzos no sólo buscan diversificar la oferta vitivinícola, sino también preservar el legado histórico y cultural asociado a estas vides, que son parte integral de la identidad agrícola de los valles bolivianos.

Leer también:

Clos Lunelles, Côtes de Castillon

Clos Lunelles, Côtes de Castillon. Foto: Especial
Clos Lunelles, Côtes de Castillon. Foto: Especial

Dónde comprar: Mercado de Vinos

Precio: $985.00

Ensamble: Merlot, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon

Zona de producción: AOP Castillon, Burdeos, Francia

Vista: violeta profundo, limpio y brillante

Nariz: intensos aromas de frutos negros maduros que evolucionan al cacao, tabaco fresco, especias tostadas y regaliz

Boca: voluminoso en boca, bien estructurado, con taninos maduros muy agradables y largo final de fruta negra fresca y especias

Carlos Borboa es cocinero, sommelier y periodista. Columnista en El Universal y director del México Selection by Concours Mondial de Bruxelles.