Seis de la mañana, antes de ir a la escuela: un tazón hondo, leche fría, y la caja de cereal con un animalito en la portada esperan en la mesa para ser servidos. La manera más fácil, rápida y deliciosa para comenzar el día de un niño era así, con un gran platón de cereal.
Las cajas de hojuelas, bolitas, aros o galletas pertenecen al ritual matutino de las infancias mexicanas de mediados del siglo XX a la actualidad. Una tradición que comenzó por error, pero que se volvió de las más redituables en todo el mundo.
Leer también: Tres chefs mexicanos en lo alto de World's 50 Best Restaurants
Todo comenzó por los hermanos John y Will Kellogg. En 1894, la forma de alimentarse era muy diferente, eso incluía el desayuno, que en Estados Unidos iniciaba con carnes y platillos más elaborados. Para promover una mejor digestión, los hermanos decidieron trabajar en una fórmula a base de trigo.
Los Kellogg intentaron hacer un alimento saludable hecho a base de las semillas de trigo. La idea era conseguir con estas una lámina extendida. Después de hervir las semillas, las colocaron en una sábana que pretendía unirlas dentro de una olla, sin embargo, por la noche se les olvidó extenderla, lo que provocó que se hicieran pequeñas bolitas independientes. De ahí nació la idea de hacer el cereal en hojuelas y acompañarlo de leche para una mejor deglución.
Kellogg’s, se volvió una de las compañías más populares de cereales para desayuno. Entró al país en los años veinte como productos importados, apenas disfrutables para la clase media alta que podía consumir alimentos extranjeros.
Con el paso del tiempo, la marca pareció democratizarse por la alta demanda del público mexicano, abriendo su primera planta de producción el 16 de agosto de 1951 con un nuevo branding “Kellogg’s México”, esta planta se volvió la más importante en toda Latinoamérica desde 1973. A partir de entonces, decirle “Zucaritas” a cualquier cereal de hojuelas azucaradas de maíz se volvió una tradición, sea de la marca o no.
Leer también: Conoce a Juan Manchón, el enólogo de la perserverancia
La alimentación de cereales en México ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, se sabe que los campesinos, trabajadores y sus familias se alimentaban de avena, trigo y maíz durante la época de la colonia. Así, en conjunto con una dieta a base de plantas y proteínas vegetales, hacían frente a las altas jornadas laborales.
Este sentido de resistencia se trasladó al norte de país siglos después. En Chihuahua se creó un tipo de cereal que permitía nutrir a las familias del estado, a un bajo costo y con una producción local. Se trata de Chachitos, que en 1954 se creó en una máquina casera a partir de trigo inflado y vainilla.
Durante cuarenta años, el nombre de chachitos pasaba de familia en familia, convirtiéndose en uno de los alimentos favoritos de los menores de ese tiempo. Se comía con leche, como un cereal normal, aunque podías añadir un poco de azúcar, chocolate o alguna fruta dulce.
Leer también: Cocina tradicional guanajuatense: un secreto del campo y la calle
En algunas publicaciones históricas y registros del Estado, se habla de que la economía de 1982 afectó hasta la alimentación de todo el país. Entre los sexenios de José López Portillo y Miguel de la Madrid se desató una crisis económica provocada por la recesión de los 30, la deuda externa y de la banca privada, provocando la devaluación del peso, deudas impagables y un crecimiento económico en ceros.
Aunque esto tuvo por muchas razones, México sufrió una crisis económica difícil de sobrellevar. México Desconocido explica que tiendas como Sumesa, El Sardinero o La Conasupo, empezaron a surtir Chachitos, pues la empresa se había extendido por todo el país.
Resultó un éxito en ventas, las madres iban directo por el cereal para nutrir de mejor manera a sus hijos, tal como lo explica la publicación. Así fue como se popularizo de generación en generación. A la fecha, es uno de los cereales comerciales más consumidos y económicos de producción mexicana.
Leer también: ¿Por qué sí dar propina a los meseros y cerillos?
De muchos colores y sabores, con juguetes escondidos o cajas coleccionables, el consumo de cereales comerciales, divertidos y llamativos para los niños fue, en su tiempo, una gran estrategia de marketing.
Pese a que hoy en día está penalizado por ley promover el consumo a través de caricaturas, personajes o premios, debido a que se demostró que los cereales comerciales pueden ser muy perjudiciales para las infancias por su exceso de azúcar y grasas añadidas, comer cereal directo de una caja especial se quedó en buena parte de la cultura colectiva de las generaciones más jóvenes.
Es por eso que lugares con barras de cereal abiertas todo el día son un éxito, tal es el caso de “Crispy Cereal Bar” o “Estación Cereal”. Estos dos locales, pioneros en su rama, han logrado convertir del consumo de cereal en una experiencia completa. Lugares ideales para compartir con amigos a cualquier hora del día, elegir tu sabor favorito sin necesidad de comprar toda la caja y la opción de ser creativos con leches de colores y sabores variados.
Leer también: Qué pasa si tomas "azulitos" frecuentemente
Aunque los obsequios y el misterio de saber qué figura o estampa te tocaría al desempacar tu bolsa de cereal se han ido, la nostalgia de compartir con tus hermanos, primos o amigos un buen plato de cereal continúa. Con opciones bajas en grasa, altas en fibra o sumamente azucarados, el cereal es uno de los alimentos de chicos y grandes que ha logrado permanecer en el desayuno generación tras generación.
Recibe todos los viernes Hello Weekend, nuestro newsletter con lo último en gastronomía, viajes, tecnología, autos, moda y belleza. Suscríbete aquí: https://www.eluniversal.com.mx/newsletters