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“Si nos viera un c oreano , se estaría riendo de nosotros”, me dice uno de mis acompañantes mientras recorto torpemente un rib-eye con unas tijeras más grandes que mi mano. Al centro de la mesa, un círculo de brasas al rojo vivo y una parrilla para asar. Seis botanas llamadas banchan, una canasta con hojas de lechuga y cinco cervezas tapizan el resto de la superficie de granito. Estoy en uno de los restaurantes de bbq coreano más populares de la ciudad, el cual conocí varios años atrás por recomendación de la chef Somsri Raksamran.
Es domingo por la tarde y la espera es inevitable. De las tres personalidades del lugar, la cafetería no funciona por un fallo de electricidad, pero las mesas con parrillas eléctricas y las de carbón, sí. 2400 segundos después, logramos sentarnos. Para solicitar servicio, basta con apretar un botón que activa una campana o al menos eso sucede en un día normal. Me levanté a pedir que nos atendieran. El lugar está a reventar y el aroma a carne asada de las mesas aledañas, solo incentivaba la tripa.
Lo primero en aparecer son los banchan , seis diminutos platos con delicias típicas de la gastronomía coreana. Esta vez nos toca oi muchim (pepinos fermentados), gamja jorim (papas cambray asadas), kongnamul muchim (germinado de soya sazonado), mu saengchae (ensalada de rábano), brócoli al vapor y kimchi. Este último, es el plato más popular de la cocina coreana y se trata de col fermentada, lo que se traduce en sabor y aroma intensos, picante y salado en boca. Hay que usar palillos de acero y, entrando en protocolos, el comensal con mayor edad tiene la preferencia.
Por obra y gracia de Buda, Jesús o (inserte a quién se encomiende usted), llegan las cervezas y la carne pesada en charolas frente a nosotros. El carbón ya perdió fuerza y hay que sustituirlo. No sé qué karma estoy pagando, pero ha sido el servicio más lento del año. Tocino, rib eye y short rib son los cortes seleccionados entre un mar de piezas de cerdo y res. Algunos minutos en las brasas y es momento de cortar la carne con tijeras para obtener un pedazo: se chopea en aceite de ajonjolí antes de postrarse en la hoja de lechuga, se agrega pasta picante (ssamjang), kimchi y listo.
Además de la parrilla, pedí una sopa de kimchi (que debió de haber llegado antes de la carne); su recipiente de hierro deja ver algunas burbujas que invitan a no comerla de inmediato. Unos sorbos de soju (bebida típica destilada de arroz) hacen más leve la espera. El caldo es picosito y lleno de umami gracias al kimchi y al tocino que lleva dentro. No incluye arroz, pero es buena idea ordenarlo por separado.
La espera fue tortuosa y en el servicio continuó el suplicio pero, al ver la mesa llena de comida y sonrisas, olvidé toda frustración y agradecí el momento.
Goguinara
Dirección: Génova 20, col. Juárez
Tel: 5207 5233
Horario:lun-sáb 12-22 hrs. / dom 12-20:30 hrs.
Promedio: 350 pesos