En ocasiones, puede pasarse por alto que los huevos que consumimos normalmente son un producto animal, de seres vivos que sienten, piensan y se desarrollan como cualquier otro. Las gallinas son un elemento central en la forma de alimentación humana en la actualidad. Más allá de discutir si hay nuevas formas de alimentación más sostenibles o sin maltrato, es necesario replantearse el trabajo que estas gallinas conservan para el modelo alimentario y económico actual.

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El trabajo de las gallinas ponedoras. Foto: Pexels
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Las gallinas importan

Las nuevas perspectivas alimentarias han hablado sobre el respeto animal, especialmente en la industria cárnica y la avicultura. Las gallinas han demostrado ser seres pensantes que requieren una vida digna. Además de ser una cuestión de ética, si se ve fríamente, es necesaria para un buen desarrollo de los productos derivados, ya sea el consumo de su carne o el de los huevos que pone.

Granjas que miran hacia la sustentabilidad han apostado por el cuidado íntegro de sus gallinas de corral o traspatio. Las jaulas deberían considerarse cosa del pasado pues, de acuerdo con estudios y organizaciones en pro del bienestar animal, estas fomentan el miedo y el estrés, que se traducen en menos productividad y menos calidad.

Algunas de las recomendaciones que brinda Certified Humane Latino, una organización que vela por los derechos animales, están el ser cage free, es decir, dejar a las gallinas libres para su apto desarrollo. También menciona tener cuidado con los ruidos innecesarios y los movimientos bruscos.

Además, menciona que al manipularlas se debe de hacer con cuidado y olvidar el agarrarlas por el cuello, alas, patas o cola, pues podría ser considerado maltrato animal, un delito internacional.

El trabajo de las gallinas ponedoras. Foto: Pexels
El trabajo de las gallinas ponedoras. Foto: Pexels

¿El huevo o la gallina?

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), las gallinas empiezan a poner huevos desde los 4 meses en promedio y en su vida productiva, pueden poner hasta 18 docenas de huevo. Sin embargo, esto puede retardarse o frenarse si el estrés es constante.

La SADER explica que darles de comer a la misma hora todos los días, tener un lugar adecuado para desarrollarse que las proteja del sol y la lluvia, mínimo 12 horas de luz al día natural o artificial, una alimentación a base de agua constante y granos, vegetales, insectos y gusanos, son factores que permiten tanto un desarrollo óptimo de la gallina, como una producción adecuada de huevo.

Además, es de importancia que no se le brinden alimentos de origen animal como pedazos de pollo o mamíferos, pues no corresponde a sus hábitos naturales ni conductuales.

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El trabajo de las gallinas ponedoras. Foto: Pexels
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Orgánico vs Industrial

El consumir huevo orgánico no es una moda, sino un replanteamiento del consumo de huevo y de la concientización de la vida digna para las gallinas. Si bien, algunos estudios como el de El Laboratorio de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) explican que no hay una diferencia sustancial entre los nutrimentos o cualidades organolépticas entre un huevo orgánico y uno industrial, de lo que podemos estar seguros es que los primeros estarán libres de organismos genéticamente modificados (transgénicos), metales pesados y plaguicidas, antibióticos u otros químicos añadidos, tales como pigmentos y hormonas.

Además, ser orgánico se asegura que los cuidados de la gallina son mejores. Un artículo de Igualdad Animal, una organización española, explica que el 93% de los huevos producidos en España provienen de gallinas que viven toda su vida enjauladas, mantenidas en condiciones de hacinamiento extremo en granjas industriales, donde decenas de miles de gallinas viven amontonadas.

De acuerdo con el informe, “el ciclo de vida comienza en incubadoras industriales, donde los huevos que se convertirán en las gallinas ponedoras enjauladas son incubados artificialmente durante 21 días. Al eclosionar, se separa a los pollitos macho de las hembras. El destino de las hembras serán las granjas de cría; el de los machos, morir triturados, asfixiados o gaseados solo una hora después de nacer.

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El trabajo de las gallinas ponedoras. Foto: Pexels
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El precio de los huevos

Igualdad Animal México estimó en 2019 que cada huevo puesto en condiciones industriales significa 26 horas de sufrimiento para una gallina durante los 2 años que son explotadas. Debido a la selección genética a la que son sometidas para producir huevos a un ritmo tan acelerado, su salud se ve afectada en muchas formas, desde tumores hasta una aguda descalcificación que provoca que sus huesos se quiebren fácilmente.

Entonces, en México no hay legislación para la “muda forzada” o “pelecha”, una práctica que consiste en privar a las gallinas de agua y alimento por 3 días para reducir su peso y acelerar el proceso de un segundo ciclo de postura, algo que es ilegal en la Unión Europea y la India.

Según datos de Igualdad Animal, 100 empresas en México se han comprometido a prohibir las jaulas de su cadena de suministro de huevo, sin embargo, no es suficiente para revertir o transformar el consumo desmedido de la industria avícola en el país.

El trabajo de las gallinas ponedoras. Foto: Pexels
El trabajo de las gallinas ponedoras. Foto: Pexels

Gallinas de traspatio

Una solución momentánea puede ser impulsar el consumo de huevo originario de gallinas de granjas locales y orgánicas, las cuales, al ser de poca producción, pueden ser más cuidadas, controladas y estudiadas para reducir el maltrato, fomentar la economía local, mexicana y, de ser posible, apoyar el consumo de “kilómetro cero” evitando la contaminación ambiental por el traslado de productos.


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