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En mi lista de lugares por conocer, Sonora siempre estuvo entre los últimos. Nunca lo consideré un estado que pudiera sorprender más allá de su calidad y variedad en cortes de carne o el gran tamaño de sus tortillas sobaqueras. Por suerte, desde hace algunos años, se celebra el Festival del Chef Sonora y este 2021 su séptima edición me permitió desmenuzar un poco de su imponente riqueza cultural y culinaria.
Con talentos locales y extranjeros que pusieron sobre la mesa los maravillosos productos que los mares y tierras del estado le regalan a los habitantes, el festival se convirtió en una vitrina para exhibir las grandezas sonorenses
Entre agua y arena
La ganadería y la pesca son actividades económicas de alta importancia en la región. Gracias a su ubicación, el amplio territorio goza de las bondades de estar en contacto con el Mar de Cortés, del cual se extraen todo tipo de pescados y mariscos que se consumen no solo dentro del estado, sino que se distribuyen a todo el país.
Cabe mencionar que muchos de los productos que se extraen del océano son de calidad de exportación, siendo el continente asiático el principal comprador.
Los paisajes desérticos son también hogar de miles de cabezas de ganado, una actividad que no resulta fácil ante la escasez de agua. A pesar de ello, se obtienen algunas de las mejores y más apreciadas carnes del país, debido a sus características que denotan un trato cuidadoso a todos los factores que determinan la calidad de un corte.
Del trigo a la harina
Ante la gran producción de trigo, Sonora es hogar de molinos de harina tan antiguos como Molino El Hermosillense o Molino La Fama. De la industria harinera salen hasta la fecha toneladas de ese producto que se convierte en uno de los alimentos más importantes del día a día de los norteños y mexicanos en general, la tortilla de trigo, el elemento insignia de preparaciones como los famosos tacos de asada, los burritos con tortilla sobaquera y el acompañamiento para un desayuno con machaca.
La harina también está presente de manera discreta en las tradicionales coyotas, una especie de empanadas dulces y redondas con rellenos como jamoncillo o cajeta, en los coricos, pequeñas galletas en forma de rosca que a pueden estar elaboradas con trigo o maíz.
La gastronomía callejera
Los mercados y la vida nocturna del estado son el claro ejemplo de la diversidad de opciones culinarias. En lugares como el Pelón Villa, al interior del Mercado Municipal de Hermosillo, donde desde 1913 y después de cuatro generaciones, se sirven aún platillos emblemáticos como “la gallina pinta”, que en contradicción a su nombre, es un caldo hecho con carne de res, maíz y frijoles.
En las calles, la noche no termina hasta que la gente acude por el bocadillo nocturno, los famosos dogos sonorenses, cuyo pan calentado a vapor alberga una salchicha que debe resistir las decenas de toppings que se ofrecen en las barras de los negocios. Nunca falta el guacamole, la cebolla caramelizada, algún tipo de papas y la salsa de otro querido norteño, el chile chiltepín.