Para darle sabor a nuestra comida contamos con una gran variedad de condimentos en diversas presentaciones, entre ellos está la salsa inglesa. Muchos aman su combinación de sabor dulce y ácido y lo utilizan en diversas preparaciones, pero pocos saben de qué está hecha y por qué su consumo debe moderarse.
El origen de la salsa inglesa tiene una curiosa historia. Fue inventada en Worcester, Inglaterra hace más de un siglo. Se dice que fue creada en 1835 a petición de Lord Sandys, quien gobernó Bengal, India, durante la ocupación inglesa. Durante su mandato extrañaba la comida de su país y pidió a los químicos John Lea y William Perrins recrear su salsa india favorita.
Tras varios intentos Lea & Perrins lograron complacer al gobernante, pero les gustó tanto que guardaron un poco para venderla en su tienda. A los ingleses no les gustó la mezcla por lo que guardaron el frasco en una bodega y lo olvidaron. Un par de años más tarde se reencontraron con la salsa que se había fermentado y descubrieron, para su sorpresa, que su sabor había mejorado.
Volvieron a poner la salsa a la venta y el resto es historia. Poco a poco se volvió popular en Europa y después en el resto del mundo.
Hoy es un ingrediente que se utiliza comúnmente para sazonar carnes, pescados, ensaladas, sopas y pizza. Pero su consumo regular no es recomendado y vamos a explicarte las razones.
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Si disfrutas mucho de la salsa inglesa en tus preparaciones es bueno que sepas de qué está hecha para que entiendas la importancia de moderar su consumo en pro de tu salud.
De acuerdo con un análisis del portal El poder del consumidor, la salsa tipo inglesa tiene un alto contenido de azúcares. A detalle, por cada 100 mililitros, consumes 15.8 gramos de hidratos de carbono, de los cuales 15.5 son azúcares, es decir, casi el 16% del producto es azúcar.
También señala que contiene 3 diferentes tipos de endulzantes. La buena noticia es que 2 de ellos son de origen natural: azúcar tradicional y piloncillo.
El problema es que la porción más frecuentemente de los consumidores supera los 6 mililitros, eso quiere decir que se comen entre 3 y 5 porciones.
Pero no el azúcar no es el único problema. Por cada 100 ml, la salsa inglesa contiene 1,200 miligramos de sodio. Eso quiere decir que si se consume en exceso se corre el riesgo de presentar padecimientos como presión arterial elevada o hipertensión.
Además de los ingredientes anteriores, esta salsa también contiene agua, vinagre, puré de manzana, piloncillo, azúcar, sal yodada, pulpa de tamarindo, colorante, proteína hidrolizada de soya y maíz, condimentos, saborizantes artificiales, maltodextrina y glutamato monosódico.
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Ya mencionamos que el alto contenido de azúcar y sodio hacen de la salsa inglesa un ingrediente poco recomendado, pero esos no son los únicos componentes a los que poner atención.
El poder del consumidor señala que de los 13 ingredientes que contiene, 3 merecen especial atención: caramelo clase III, caramelo clase IV y glutamato monosódico.
La razón es que el caramelo clase III se elabora solo con sulfuros, que si bien no son tóxicos, sí resultan agresivos. A su vez el caramelo IV se elabora con sulfuros y amonio, que al calentarlo produce unos subproductos llamados 2-metilimidazol y 4-metilimidazol (2-MI y 4-MI), los cuales están asociados a diferentes tipos de cáncer. De hecho, el estado de California, Estados Unidos, calificó a este colorante como cancerígeno por el tipo de procesamiento al que se le somete.
Finalmente, el caso del glutamato monosódico está siendo investigado pues se relaciona con un impacto negativo en distintos órganos.
Debido a lo anterior no se recomienda su uso cotidiano, en especial en el caso de niños o mujeres embarazadas. Lo mejor será utilizar un sazonador con ingredientes naturales u optar por ajo, cebolla y hierbas de olor.
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