El poder de la comida es difícil de cuantificar, pero sin duda es el elemento que abre brechas y crea puentes entre nosotros, sin importar el origen, idioma o cualquier otro factor. Eso nos sucede con la comida china : ¿quién se puede resistir ante unos fideos largos y caldosos?
El próximo 1° de febrero comienzan los festejos para recibir el Año Nuevo Chino , el cual se rige por el calendario lunar y que en esta ocasión será representado por el tigre de agua .
Foto: El Universal/ Édgar Silva Fuentes S.
La celebración puede vivirse de primera mano en algunos puntos de la CDMX, siendo el más tradicional, el Barrio Chino , ubicado en el centro de la ciudad; además del Barrio Chino cachanilla, en Mexicali, Baja California.
Creado en la década de los sesenta y con apenas un par de calles que dan hogar a la expresión de la cultura china en tierra chilanga, es considerado el Barrio Chino más pequeño del mundo. Esto no ha impedido que la comunidad china se reúna con el fin de encontrar espacio para hacer contacto con sus raíces en suelo mexicano, esas que les permiten crecer y retoñar como las flores de ciruelo que dan pie a la llegada de la primavera.
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A casi 13 mil kilómetros de distancia (dependiendo de la ruta, claro) China está separada de México por un mar de diferencias culturales. No obstante, hay puntos de encuentro que nos hacen recordar que al final del día es posible conectar. Las festividades son uno de los mayores ejemplos de esto, entre decoraciones, respeto, danzas, regocijo y comida, se realizan las más alegres fiestas de ambas naciones.
Foto: El Universal/ Édgar Silva Fuentes S.
Para acoger el nuevo año lunar, la calle de Dolores, en el centro histórico, recibe desde el icónico arco que marca la entrada al Barrio Chino a los visitantes, cualquiera que sea su nacionalidad. Repleta de elementos de color rojo y farolillos encendidos que iluminan las cornisas de los comercios, la calle se adentra al cruce con Avenida Independencia, hacia el núcleo del barrio que reboza con restaurantes de comida cantonesa, además de tiendas con ingredientes asiáticos y locales con productos especializados en los que entre mandarín y español se comunican vendedores y clientes para las transacciones.
La bienvenida del nuevo año suele durar dos semanas. Los actos religiosos son parte fundamental en la comunidad, son parte de la ritualidad. La comida también juega un papel importante, pues a cada elemento se le otorga un significado que puede determinar si el año por venir será o no afortunado.
Desde la disposición de los platos sobre la mesa, el color de la comida, hasta la forma y el tamaño de los ingredientes, el festín dedicado a este nuevo ciclo contiene gran simbolismo.
Foto: El Universal/ Édgar Silva Fuentes S.
Fideos largos que representan la longevidad, pescados que se atribuyen a la abundancia, dumplings que decidirán el camino de la vida, rollos que atraen la prosperidad económica, esferas de arroz que que pronostican armonía y reencuentro, pasteles que ayudan a concretar metas y frutas color naranja para la suerte y plenitud son algunos de los platillos que no pueden faltar en las mesas chinas.
Caldos espesos y llenos de sabor, platillos picantes que reavivan el alma, vegetales que hacen guisos, proteínas rebozadas y fritas, salsas que condimentan y muchos otros elementos hacen que la cocina de China y la de México se encuentren en una encrucijada donde lo único que nos separa es que aún no dominamos el arte de usar con maestría los palillos.
Foto: El Universal/ Édgar Silva Fuentes S.
Ya sea para alimentar a mexicanos o connacionales, los woks se colocan sobre el fuego día a día en el Barrio Chino como símbolo de identidad y persistencia cultural, sin dejar de lado el contexto que les rodea al poner una botella de salsa picante local como guiño al intercambio de tradiciones y costumbres.
Alfonso Chiu, miembro de la Comunidad China de México , una Asociación Civil formalizada en los setenta, en la que hoy se encuentran registradas más de cinco mil familias, es el contacto cultural para las personas de origen chino. Su familia comenzó su historia en México con la llegada de su abuelo en 1898.
Proveniente del gigante asiático, Alfonso llegó en 1959, con tan solo siete años de edad. Su familia fue parte de la creación del Barrio Chino de la CDMX, quienes fundaron el, ahora extinto, restaurante Shanghai. Dicha sede fue el lugar de llegada para los primeros chinos en México, donde nuevas generaciones continúan congregándose para compartir su idioma, gastronomía, historia y tradiciones, en paralelo a lo que sucede en las calles aledañas del Centro Histórico.
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