La sal de mesa es un condimento estrella y con mucha historia. Las antiguas civilizaciones la utilizaban como conservante, para deshidratar alimentos y mejorar la variedad de platillos.
Su nombre real es sodio, mineral indispensable para la vida. Dentro de la cocina la encontramos refinada, marina, céltica, Maldon e Himalaya, y todas son perfectas para resaltar o reducir ciertos sabores.
Aunque es fundamental para la elaboración de múltiples recetas, lo cierto es que consumirla en exceso acarrea problemas de salud. Hoy te decimos cuántas cucharadas puedes comer al día.
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Consumir sodio en grandes cantidades produce enfermedades y afecciones, como el aumento de la presión arterial, problemas cardiovasculares e incluso cáncer de estómago, indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según la OMS, los adultos pueden comer menos 2000 mg al día, que equivalen a una cucharadita. Mientras que en niños de 2 a 15 años se recomienda ajustar la dosis en función de sus necesidades energéticas.
Muchas personas consumen mayores cantidades de sal de lo que realmente necesitan, pues no hay que perder de vista que algunos alimentos contienen por sí mismos un gran porcentaje de sodio, por ejemplo, el jamón, margarina, frutos secos, surimi, mantequilla o salsa de soja.
Cuando intentamos reducir la ingesta de sal nuestro cuerpo experimenta un fenómeno conocido como "habituación", el cual produce disminución de sensibilidad en las papilas gustativas.
Eventualmente dejamos de sentir el sabor de los alimentos y eso nos ocasiona la necesidad de comer más sodio. A nivel cerebral, incrementa el deseo por comer alimentos salados.
De manera natural, el sodio es indispensable para que el organismo realice actividades vitales y el resto la eliminamos mediante la orina, heces y sudor. Mientras que los riñones se encargan de regular los niveles en el cuerpo.
El problema es que, cuando abusamos de los alimentos salados, nuestros riñones trabajan el doble. Y aparece la retención de líquidos, el incremento de peso e insuficiencia renal, indica un articulo del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Si deseas mejorar tus hábitos alimenticios, primero debes acudir con un nutricionista para encontrar otras alternativas a la sal y dejar la dependencia.
Otros consejos funcionales son cambiar la sal refinada por la sal de grano, disminuir las cantidades que agregamos en la comida y evitar alimentos ultra procesados (aguas carbonatadas, bebidas energéticas, frituras, sopas instantáneas, etcétera).
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