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La mejor sommelier que no tomaba vino

Desde lavar copas, hasta ser mesera, Valeria Gamper descubrió su pasión en la carrera de sommelier; ahora vive en España y trabaja para un restaurante de dos estrellas Michelin

Valeria Gamper obtuvo el primer puesto en la competencia regional y competirá en el mundial que se realizará en febrero del año que viene. Foto: La Nacion
10/04/2022 |16:30
Redacción
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Puede parecer una rareza, pero en la casa de la Mejor Sommelier de las Américas se consumía poco vino. El habitual para la época, en la que no existía gran variedad de opciones ni bodegas de calidad. Tampoco ella, ya de grande, acostumbraba a tomarse una copa. “Muy de vez en cuando, cuando salía con mis amigas”, cuenta , dueña del título más importante de sommelierie a nivel continental, que obtuvo luego de superar complejas pruebas como cata a ciegas, preguntas de teoría y una práctica de servicio. Por eso asegura que el vino lo fue descubriendo muy de apoco. Casi, casi, de casualidad. “En mi casa se tomaba, pero era el consumo normal. Y se compraba como se compraba el pan, no había grandes etiquetas. El desarrollo fuerte de las bodegas es más reciente”, explica esta argentina que vive en Pamplona, España, y trabaja en un restaurante dos estrellas Michelin. Además, es vocal en la Asociación Argentina de Sommeliers .

Su acercamiento al vino se dio de forma casual. “Mientras estudiaba Hotelería, dentro de la carrera tuve coctelería . Si bien eran clases muy básicas de vino, algo en mi sucedió y dije ‘wow’. Me parecía que había mucho más de lo que me estaban contado y me enamoré definitivamente de alimentos y bebidas. No me interesaba ni la recepción ni las reservas pero sí me gustaba el restaurante. Por eso cuando me tocó hacer pasantías para terminar la carrera, pedí que fuera en alimentos y bebidas y ahí reforcé mi gusto por ese mundo tan maravilloso.”

Mientras era estudiante, Valeria desembarcó en la parte de banquetes del Four Seasons. Lavó copas, fue mesera y de a poco comenzó a meterse de lleno en lo que sería su verdadera pasión. “Empecé a trabajar en el Le Mistral, el restaurante del hotel donde había un nivel de servicio muy bueno, con buena gastronomía y con muchos extranjeros que venían a experimentar el producto local como los vinos –recuerda–. En ese momento el hotel no tenía la figura del sommelier, era algo muy nuevo y muy pocos lugares en Buenos Aires la tenían. Estamos hablando de 2006. Yo quería aprender más, pero no sabía ni que existía una carrera. Hasta que escuché que había algo en el Centro Argentino de Vinos y Espirituosas ( CAVE ) y me anoté.”

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Para Gamper esa decisión significó el punto de partida. “Fue un descubrimiento alucinante. Yo en ese momento ni tomaba vino. Solo una copa cada tanto si salía con mis amigas pero no tenía la costumbre –reconoce–. Y hoy, en cambio, veo a los chicos de ahora que estudian la carrera de sommelie r y ya fueron a bodegas, ya conocen enólogos, tienen un saber previo que yo en ese momento no tenía ni por asomo. El primer viñedo que pisé fue de grande, en un viaje de estudios, y para mí fue muy emocionante. Era todo nuevo”.

Viaje espiritual

Cuando terminó la carrera en CAVE, Gamper hizo un viaje de tres meses a Europa a recorrer Francia, España y Portugal. “Yo lo llamo un viaje espiritual. Si bien iba a la torre Eiffel, no dejaba de ir a Burdeos. En Portugal, recorría Lisboa pero me tiraba ir a Porto. Cuando volví, trabajé en Sagardi, fui de asistente de sommelier en HG (ahora se llama Hotel Fierro) y después en Cabaña Las Lilas, que en su momento tenía una carta de vinos enorme, vendía unas etiquetas increíbles. Era una época muy buena porque teníamos mucho turismo extranjero. Después me pasé al área comercial de dos distribuidoras”, cuenta sobre su ascendente carrera. En el medio, se presentó al premio mejor sommelier de Argentina .

–¿Cómo empezaste a concursar?

–Fue en 2012 un poco de casualidad. Vino una entidad que certifica sommeliers a nivel mundial y yo hice el nivel 1 y 2 y como había sacado el mejor puntaje Paz Levinson (la primera sommelier recibida en el país) me dijo que con esas calificaciones tenía que presentarme a un concurso. Yo no tenía idea de qué era eso pero como ya había estudiado un montón para la certificación, me presenté y pasé a la final y quedé segunda. En 2014 salí cuarta y recuerdo que dije ‘no puede ser’. La tercera vez, en 2019, fue la vencida y lo gané. Después empecé a concursar en los regionales, como el último que gané. Participar me pareció una linda forma de probarme y seguir estudiando. Y además no cuesta dinero.

–¿Qué puertas te abre ser la Mejor Sommelier de las Américas?

–Que te llaman, te empiezan a invitar a un montón de lugares. Básicamente lo que se abre es la posibilidad de experimentar, es una validación y te ganás el respeto de los colegas, de la industria. Te miran de otra manera por el esfuerzo que genera llegar y ganar. También es la posibilidad de empezar a poner en marcha mi proyecto personal, un wine bar . En realidad sería una vinoteca acá en Pamplona con espacio de experimentación, vinos de calidad, buena comida y servicio relajado.

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Ahora Valeria trabaja en el restaurante El Molino de Urdániz , un restó en Pamplona de dos estrellas Michelin. “Es una cocina de producto, fresca y sabrosa, para mí es genial estar ahí. El secreto de una buena carta de vinos es que esté acorde al lugar, y que tenga vinos vendibles para liberar stock. Hay restaurantes más tradicionales y otros de vanguardia, y la carta tiene que seguir el estilo del lugar. Eso es fundamental”, sostiene la especialista, a la que le gustan mucho los vinos blancos, sobre todo el torrontés, y por supuesto el malbec en todas sus formas. “Me gusta mucho por todas las caras que tiene. Hay muchos estilos y eso es lo divertido; en Argentina hay una creatividad y calidad que hay que aprovechar. Aunque en España tiene mucho peso el vino local, hay supermercados que tienen dos o tres bodegas argentinas y bares que venden algunos mendocinos por copa”, dice y destaca también los vinos que se producen en el Norte de nuestro país.

“Soy fanática, es una región que merece mucha atención, son vinos de calidad, de producción pequeña. También me gustan los vinos patagónicos y los que están haciendo en la costa. El mapa se fue ampliando”.

Su próxima meta se llama Mundial de Sommelier 2023 , que se realizará en febrero en Francia y al que clasificó gracias a haber ganado el título de mejor sommelier a nivel regional. “En el mundial tenés las mismas pruebas y exigencias. Pero para competir a ese nivel deberé profundizar más en las catas, ser más asertiva. Ir al detalle, a lo específico. Lo bueno es que tengo tiempo para prepararme. Es una responsabilidad enorme y voy a darlo todo”.

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