Rioja

es tierra de grandes blancos. A lo largo y ancho de esta Denominación de Origen Calificada es posible hallar todo tipo de expresiones vínicas ligada a su territorio, tradiciones productivas y saberes ancestrales. Sí, también es cierto que una sola palabra es capaz de resumir toda la esencia de los blancos riojanos: ¡Viura!

Decir Viura es apuntar a la variedad blanca de mayor cultivo en Rioja, a una cepa que representa más del 6.3 por ciento del viñedo plantado en la Denominación de Origen Calificada; no es poco, especialmente sabiendo que la Tempranillo domina el horizonte local con cerca del 79.6 por ciento de su extensión total. Si bien se cultiva en ambos lados de los Pirineos, en el noreste de España y también el extremo sur de Francia, en suelo ibérico la Viura adquiere una fascinante dimensión.

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Más conocida con el nombre de Macabeo, y distribuida por el Mediterráneo, desde Cataluña hasta Murcia, la uva Viura llegó a Rioja a principios del Siglo XX, después de que la filoxera destruyera más del 70 por ciento de los viñedos. La capacidad de sus vinos para resistir la oxidación la catapultaron hasta la cima de la producción local. Durante muchos años la cepa estuvo asociada a la producción de vinos sencillos, de mediana o baja intensidad aromática, limitada frutalidad y acidez sutil. Hoy, académicos, críticos y consumidores de todo el mundo apuntan a ella como un perfecto ejemplo de la versatilidad.

Se trata de una cepa capaz de integrar vinos con personalidad, desde blancos tranquilos secos hasta semidulces, dulces e incluso espumosos de buena expresión. En el extremo de la juventud, deriva en caldos con matices florales, frescos y aromáticos. Envejecida en madera, constituye una de las formas más tradicionales de la elaboración del vino blanco en la Rioja. Fermentada en roble y envejecida sobre lías finas, en su versión más contemporánea y fascinante, es capaz de desarrollar complejísimos tonos de frutos blancos, miel y nueces, además de adquirir volumen, estructura, densidad y elegancia.

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Mezclada con Malvasía, Garnacha Blanca, Maturana Blanca, Torrontés, Tempranillo Blanco e incluso Chardonnay, Verdejo y/o Sauvignon Blanc, la Viura adquiere todo tipo de matices. En blancos jóvenes, despliega aromas de fruta verde, flores y vegetales, además de frescura y acidez moderada. En Reservas y Grandes Reserva desarrolla una extravagante expresión: aromas de frutos de hueso, notas de hojarasca, de mar, salinas y yodadas, tonos cítricos, de almendras y hasta de incienso, sin olvidar estructura, untuosidad, longitud y gran fineza

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