Uruguay vive un excepcional momento en vitivinicultura. Pero no lo digo solo yo, por enésima vez, sino algunos de los más grandes gurús del vino quienes se atreven a catalogarlo como uno de los más excitantes y prometedores territorios vínicos del planeta.
¡Ayer volví a comprobarlo! Como parte de los esfuerzos realizados por Uruguay Wine en México, recibí la invitación para participar en la tercera edición de Uruguay Sessions, una charla y degustación de etiquetas conducida por el sommelier Andrés Amor . Digo charla, porque el formato del encuentro fue justo eso: una conversación entre amigos y colegas, sin protagonismos ni necesidad de aplausos por los vinos presentados.
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Tannat, la uva oficial
Las cifras oficiales al 2021 confirman la positiva evolución del vino uruguayo: 180 bodegas más 900 viticultores; 75 diferentes variedades de uva, incluida la emblemática Tannat ; 74.8 millones de litros producidos en el último año, y poco más de seis mil 300 hectáreas dedicadas a la producción de Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Pinot Noir, Cabernet Franc, Marselan, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Albariño, Viognier y, por supuesto, Tannat. Pero no es todo: también existen esfuerzos aislados alrededor de cepas como Moscatel de Hamburgo (pruebe el Compadrón, de La Bodeguita del Cacho) y Ugni Blanc.
Pero, ¿qué hace tan especial a este territorio? Emplazado en la misma latitud que Argentina, Chile, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda , Uruguay posee un terruño privilegiado. Es, literalmente, el único productor sudamericano con un clima Atlántico, algo que le ha permitido desarrollar vinos equilibrados en alcohol y dotados de una atractiva e inusual frescura. A eso hay que sumar la notable influencia marítima y lluvia, en promedio 1,250 mm, que moderan la temperatura en los meses más calurosos.
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Y, por supuesto, su vasta colección de 99 tipos distintos de suelos, entre los que dominan calcáreos ricos en arcilla, graníticos, pedregosos y volcánicos. En resumen: condiciones idóneas para la producción de vinos de calidad, perfectamente diferenciados de los que surgen en España, Portugal y otros territorios atlánticos.
Lo que descorchamos. Primero, Compadrón Moscatel de Hamburgo, blanco de mínima intervención notable por su rusticidad y frescura. Después, Familia Traversa Sauvignon Blanc, lleno de tonos de manzana verde, cítricos y recuerdos herbáceos, casi nervioso en acidez; Viña Edén Chardonnay con crianza en lías, mi favorito del lado de los blancos, repleto de frutos tropicales, bollería y matices salinos; y Pueblo del Sol Tannat Rosado, a mi juicio un tanto dulzón pero cumplidor en frutalidad.
Los tintos fueron perfectos para reafirmar mis creencias sobre la Tannat. Ya le había dicho que, si bien existen infinitas expresiones en torno a esta cepa, originaria de las áreas de Madiran e Irouléguy, en el suroeste de Francia, e introducida a territorio uruguayo alrededor de 1870 por el vasco francés Pascual Harriague, es posible destacar dos perfiles dominantes: los Tannat más jóvenes, voluminosos, francos en aromas, con gran expresión frutal y taninos sólidos, y los Tannat con crianza, sutiles y complejos, con taninos aterciopelados y matices de fruta cocida y especias.
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De lo probado, hay que aplaudir a Alto de la Ballena Tannat-Viognier, un tinto floral, especiado, vainilloso y lleno de frutos rojos, y a Bouza Tannat, Merlot y Tempranillo, un ensamble de gran elegancia y equilibrio. ¿Mi favorito? Garzón Tannat Reserva, sin duda uno de los mejores tintos uruguayos que he probado en mi vida. Le dejo una placentera recomendación de la bodega para abrir boca.
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*Carlos Borboa es periodista gastronómico, sommelier certificado y juez internacional de vinos y destilados.