Una de las mejores formas de recorrer un país nuevo es a través de su cocina. Esto sucede porque muchos de los platillos responden a eventos históricos o contextos culturales de la época y lugar en que fueron creados, los cuales, dicen mucho.
Por eso, y para que no te “agarren desprevenido” las olimpiadas, te contamos sobre parte de los clásicos de la gastronomía francesa, para que impresione a tu familia y amigos.
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Empezando por su panadería, Francia tiene una larga historia de recetas, una de las más populares es el eclair. Se trata de una masa llamada pasta choux, hecha a base de leche, harina, mantequilla y huevos, la cual, al cocinarse permite ser rellenada debido a lo ligera que es y originalmente se rellenaba de crema pastelera y cubiertos de chocolate, aunque hoy en día hay de todos sabores. Se dice que esta receta nació en la cocina de la realeza francesa del siglo XIX por Antoine Carême. El pastelero la llamó así en honor a un rayo, que es el significado literal de "eclair", aunque también se le llamó petite duchesse en honor a la hija pequeña de la familia real.
Estos no solo son los postres más estéticos que la pastelería francesa ha dejado al mundo, sino también de los más exclusivos. Los macarons son una especie de galletitas muy suaves hechas con harina de almendras, clara de huevo y azúcar glas; son dos tapas que encierran una crema hecha de distintos sabores, similar a un ganache. Se dice que la receta ha ido cambiando desde el siglo XV durante el renacimiento. Pierre Hermé es "el picasso de la pastelería", al menos así lo reconoció Vogue, quien se especializa en la pastelería francesa de hace 4 generaciones. Si quieres disfrutar de la expresión artística y gastronómica, los macarons de este chef son lo mejor.
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Probablemente pienses que indiscutiblemente el croissant es la estrella de la panadería francesa. Aunque fue en dicho país que lo popularizó y dio el nombre definitivo, la realidad es que no es francés, sino austriaco. La receta surgió a partir de la invasión del Imperio Otomano a Viena: cuando las tropas decidieron entrar al país, excavaron túneles para entrar por la noche. Se dice que el gremio de panaderos, una de las profesiones que trabaja de noche, descubrió los planes de los otomanos, dando la señal de alarma y evitando la invasión. Para festejar, crearon un pan de "luna creciente", mofándose de la bandera del imperio. Eso sí, la versión hojaldrada sí es invención de los franceses, totalmente digna de probar.
No podía faltar un estofado. Este, hace referencia a su modo de preparación: buey cocinado al vino tinto. La receta es original de Borgoña; se acompaña de cebolla, tocino y champiñones. Este plato nace dentro de la clase campesina borgoñesa. La res de la zona es caracterizada por la poca grasa que conserva y la dureza de su carne, la cual, se consume mejor en un poco de caldo. El intenso sabor de los ingredientes hizo que grandes chefs como Auguste Escoffier y Julia Child la publicaran en recetarios y la sirvieran como alta cocina francesa dada su tradición.
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Si eres de los que se hecha un platito de sopa en el mercado de su colonia, pueden estar degustando el próximo hito de la gastronomía. Así pasó con la sopa de cebolla. Se dice que empezó como un plato muy barato en el mercado francés de Les Halles, en donde los trabajadores aprovechaban los ingredientes a su disposición para comer. Pasado el tiempo, se convirtió en un platillo bastante popular en los restaurantes con temática europea. Las recetas son muy variadas, pero indiscutiblemente lleva cebolla, con queso emmental o gruyére rallado y una rebanada de baguette. Algunas versiones lleva vino blanco, otras brandy o jerez. También se puede encontrar con una base de caldo de res, mantequilla o aceite vegetal, ajo y harina.
Probablemente ya hayas tomado una copa de champagne, pero ¿sabías que no todos los espumosos blancos pueden serlo? La respuesta está en la denominación de origen, pues el champagne, solo se llama así si se produce en la región homónima francesa, en donde en 1681 tuvo su origen por el monje Dom Perignon, quien en aras de crear un vino blanco con uvas tintas, noto que producían muchas burbujas. Dirigió sus investigaciones para evitar el gas, creando, casi sin querer, el método de la segunda fermentación del vino en botella. Se dio cuenta de esto por las condiciones climáticas de la región de Champage: fría y huemeda en invierno pero cálida el resto del año. Es así como se popularizo no solo el champagne, sino el método para hacer espumosos: champenoise.
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No tengas miedo a probar este platillo, si aún no lo has hecho, pues además de tener un gran sabor, tiene mucha historia. Se dice que a Antonin Carême, de quien ya hemos hablado, se le encomendó la tarea de preparar un platillo inédito para el zar Alejandro I, el chef decidió ir por los caracoles de su ciudad natal, Bergoña, mantequilla, ajo y perejil. La preparación de este platillo es muy larga, primero se ponen en ayuno a los caracoles para que suelten baba y excrementos, luego se pasan a un vinagre, se lavan y se escaldan en agua hirviendo. Más tarde se sacan de las conchas, se evisceran, y se cuecen, junto a las conchas en un caldo que puede ser de pollo. Ya cocidos, se introducen de nuevo a la concha, y se añade una crema hecha con mantequilla, ajo y perejil. Cabe mencionar que los caracoles comestibles son una especie protegida en Francia debido a la destrucción de su hábitat y al uso de pesticidas de manera inadecuada.
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Así lo tienes, tres portes, tres estofados y una bebida con las que puedes iniciar tu recorrido por la gastronomía francesa. Prueba estas opciones y cuéntanos qué medalla se llevan en tu paladar. Sea por las olimpiadas o no, vale totalmente la pena aprender y descubrir nuevos platillos de culturas de todo el mundo.
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