Ahora que los panaderos buscan tener panes pesados, con miga consistente y la utilización de granos sin refinar, con lo cual presumir un pan de calidad, hubo un tiempo en que el consumidor lo despreció.
De acuerdo a Myhrvold y Migoya, la invención de la baguette (1920) y la ciabatta (1980) se debió a que la gente prefería harinas blancas y tamizadas, migas esponjosas y texturizadas. En ese momento, los panes que actualmente conocemos como campestre y el trigo integral eran relacionadon con la pobreza.
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En las fiestas romanas se elaboraba un pan llamado libum, de pan y queso, así como un buñuelo de nombre scriblitas y globi para la fiesta de Las Ceralias, una celebración en honor a Ceres, la diosa de la agricultura y los cereales.
En la antigüedad no todos podían comer la misma hogaza. En ese tiempo, el color del pan tenía relación con la posición jerárquica y el precio de su producción. Los panes de harina blanca, fina y muy tamizada eran para los ricos.
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Los panaderos solían marcar los panes con alguna marca distintiva hecha de cerámica, madera o metal. Con esto se sabía qué panadero lo elaboraba además de ser la garantía y control de calidad. Durante la Edad Media se ocupaba en los hornos comunitarios, y así cada familia podía saber cuál era su hogaza. También podía ser un distintivo legal con el cual se tenía que mantener un precio justo de acuerdo al gramaje y tamaño. Si el consumidor detectaba alguna anomalía, acudía a las autoridades para que ellos fueran con el panadero responsable.
Sellos para pan. Foto:todocoleccion.net