“Cada sabor es el retrato de una cultura y cada ingrediente es el trabajo y corazón de quien lo produce”. Nada puede describir mejor a los grupos de mujeres y hombres agrícolas dentro de la península de Yucatán. Personas y familias enteras que se dedican no solo a producir ingredientes endémicos de la región, sino a transmitir sus conocimientos ancestrales cada vez que alguien cocina con ellos.
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El autoconsumo es un ideal al que deberíamos apegarnos si pensamos en ser sostenibles, sin embargo, las consecuencias del sistema económico nos hacen pensar que esa opción no es más que un sueño. Esto no sucede en Celestún, Tixcacaltuyub, Xcanchakan o Mayapán, algunas zonas pesqueras, productoras de maíz y miel melipona en la zona rural de Yucatán.
Aquí, la forma de alimentarse de las familias es a través de sus propias siembras, su conocimiento en el campo y la cocina ancestral. Pese a ello, hay personas que consideren que las comunidades indígenas deben permanecer intactas, congeladas en el tiempo, casi como un museo, hay otras que piensan que deben ser reconocidas, crecer y avanzar dentro de las sociedades cada vez más competitivas, para lograr un mayor acceso a recursos e independencia en todo sentido.
Traspatio Maya es un grupo, una marca, una asociación entre agricultores e inversores privados que promueven la independencia económica de las comunidades mayas, trabajando muy de cerca con las mujeres líderes de familia que se encargan no solo del cuidado, sino de la siembra, base de toda su forma de vida.
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“Antes de empezar a trabajar con las comunidades, observamos la necesidad de generar una transformación dentro de sus realidades, porque era muy difícil acceder a ingresos, recursos y las prácticas culturales que garantizaban su bienestar se estaban perdiendo. Una de las grandes desafíos y problemáticas era la desnutrición y la mortalidad infantil”, explicó Carola Diez, directora de Fundación Haciendas del Mundo Maya.
Las situaciones dentro de estas poblaciones no son, ni serán, un problema de “avance tecnológico” o de “evolución”, sino de acceso. Cuestiones como qué tanto puede intervenir alguien con poder económico, político o social, dentro de las comunidades indígenas siempre puede verse como “colonizador”. Lo que sucede entre Traspatio Maya y las personas de la península puede entenderse como empoderamiento.
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Las voces de las y los mayas son las únicas capaces de contar su historia con esta y otras fundaciones, finalmente son ellas quienes cuentan su historia y cómo cada agente externo influye en el desarrollo dentro de su propia comunidad.
Luciely Cahum es productora, agricutora, cocinera y madre maya. Cuenta que gracias al trabajo con Traspatio su independencia económica y familiar ha crecido:
“Ellas nos ayudaron con el papeleo y los registros, empezamos con ventas de hortalizas y de ahí, para nosotros fue de mucha ayuda, tanto para ingresos como mujeres pues desde nuestras casas, podemos trabajar y apoyar a nuestra familia. Somos madres, pero también tenemos otras cosas más que el hogar, pues a través de este proyecto tenemos una marca que nos representa a todos como productores”, explica Luciely.
El huerto es una representación de la autonomía de la comunidad y de las mujeres dentro de ella. “Como que toda la familia se está integrando para poder ayudar en el huerto y más que nada, sí hemos crecido tanto en lo personal como en lo laboral, que estamos realizando y ya somos más autónomas. Ya buscamos como que la organización entre nosotros, la comunicación con gente de afuera, y hemos crecido mucho desde ahí”, agregó.
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Luciely relata que el machismo está dentro y fuera de las comunidades, sin embargo, el entendimiento del proyecto, así como el acompañamiento de psicólogos ha ayudado mucho al respecto: “Como mujeres somos más seguras. Fue difícil, pues nosotras siempre tenemos reuniones, viajes, y el marido exige comida y cuidado. Al ver que podíamos trabajar, sembrar, por nosotras mismas, comenzaron a darnos nuestro lugar. Ellos son ahora quienes nos ayudan a nosotras a regar, sembrar y a estar en el huerto”.
Por supuesto, que la misoginia va más allá de actividades: “Nosotras tenemos derechos, antes era acordarnos a lo que el hombre diga, y ya no es así, las cosas deben de suceder por la forma en que se dan, no porque un hombre lo diga. Sí hemos crecido mucho en comunidad”, detalla la productora.
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“Recuerdo el día en que nos dijeron, por primera vez, que éramos empresarias. Ya vendíamos, producíamos, facturábamos, exportábamos y se refirieron a nosotras [otras mujeres produtoras] como empresarias. Nos reímos porque no nos caía el veinte de lo que ya éramos”, contó entre risas Luciely.
Es así como Granada, Yucatán, de donde es originaria comenzó a abrirse al turismo, creando experiencias gastronómicas para quienes deseen aprender de la mano de Luciely y sus compañeras a cocinar de manera tradicional, conocer el ingrediente endémico y adentrarse en la cultura e historia maya desde un primer plano.
Uno de los enlaces más reconocidos de Traspatio Maya fue lograr, desde 2011, que decenas de chefs internacionales y multipremiados se acerquen a la zona Maya a una exploración gastronómica en donde aprenden a cocinar, pescar, producir y sembrar.
Esto no solamente genera ingresos a las familias, sino que funciona como una gran pantalla para que el mundo entero reconozca y celebre los ingredientes mexicanos, yucatecos y mayas, que en ultima instancia resulta en una mayor exigencia hacia las autoridades de proteger, con ley, a la comunidad maya.
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Traspatio Maya beneficia a 42 comunidades, en las cuales hay 27 horticultores con la iniciativa “Pide tu Huacal”; 4 salineros; 61 meliponicultores y 81 milperos. Las comunidades con las que colabora están distribuidas en los 3 estados que conforman la Península de Yucatán.
El gran proyecto en puerta es Hokol Vuh, en donde no solo Luciely participará, sino gran parte de las comunidades de la península que cocinarán mano a mano con nombres de la industria restauradora. En 2019, las donaciones de la primera edición de este evento, organizado por los chefs René Redzepi y Roberto Solís, permitieron sembrar más de 40 toneladas de maíz.
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Es así como la cadena se fortalece, pues no solamente los grupos de agricultores mayas consiguen ingresos, sino que se da un mejor cuidado medioambiental. Ejemplo de ello es el aprovechamiento de la sal rosa, que creían inservible, pero que gracias a estudios ahora se logra vender al por mayor; el cuidado de la abeja melipona a través de entrenamiento comunitario; o algo tan cercano como el buen manejo de la milpa para un maíz orgánico y natural.
La importancia del reconocimiento a las comunidades mayas va más allá de la valoración de sus ingredientes, sino de reconocerles como personas, como integrantes necesarios dentro de toda la cadena social. Si quieres conocer más sobre el trabajo de Luciely y Traspatio Maya, puedes seguirlas en: @experiencias_granada_yuc, @catherwoodtravels y @traspatio.maya.
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