Tenía tiempo que no me daba el lujo de ir a un restaurante caro, pero tenía tiempo de no ver a un viejo amigo. La ocasión lo ameritaba. No sé si fue su terraza con plantas, mil por ciento instagrameable, lo que me motivó a visitar el lugar o las pocas fotos de comida que circulan en sus redes. En cualquier caso, el lugar me quedaba cerca de casa y algunos conocidos habían ido, así que auguraba una tarde de vino y mejillones. Al parecer, la pandemia me convirtió en una señora refinada.
Un menú con instructivo
Cinco días antes, emprendí la reserva digital y llegado el viernes, subí a mi auto y me dirigí a una zona poco concurrida de la Condesa. Será una tarde tranquila, pensé. Cuál fue mi sorpresa, cuando entré a un restaurante abarrotado de comensales y un ejército de meseros de camisa blanca y mandil azul cobalto desfilando por sus pasillos. Había mesas en cada rincón del patio, pero la mía no fue afortunada. Me sentí casi obligada a presentarme con las dos mesas contiguas debido a su cercanía.
Foto: @botanicomx
Tuve tiempo de estudiar el menú , gracias a la impuntualidad de mi acompañante causada por el tráfico de la ciudad. Para paliar el hambre ordené una copa de albariño y comencé a observar los platos de las mesas. Se vislumbraban hummus de garbanzo, ensaladas césar y tiraditos de pescado. “Te recomiendo que pidas la hamburguesa” oí decir a un hombre que parecía revisitar el lugar, pero a mi chip de señora refinada no le atrajo la sugerencia.
Por un momento pensé en pedir un coctel para estar ad hoc con la música, que parecía sacada de algún festival de música de Tulum protagonizado por Nicola Cruz, pero me estacioné en el vino. La carta líquida exhibe cocteles de la casa, algunos clásicos y la fórmula ganadora: un par de jarras de cocteles para cuatro personas. En torno al vino hay etiquetas de todos colores y pocas nacionalidades, predominantemente México, Francia y España.
Foto: @ricardoramosphoto
Reconozco que sentí alivio cuando por fin pude ordenar, porque una segunda copa me hubiera hecho no juzgar con propiedad.
Los mejillones llegaron con instructivo oral “este plato está hecho para chuparte los dedos. Hay que remojar las papas fritas en el caldo y disfrutar lentamente”. El brebaje en el que nadaban los moluscos sabía a Tailandia, aunque nunca he ido, pero el coco y lemongrass, combinado con la carne de los mejillones y las papas fritas rociadas con quién sabe cuántos chiles -según el mesero-, fueron suficiente para hacerme feliz.
Foto: @ricardoramosphoto
Le siguieron los ravioles de ricotta, piñón rosa, crema de calabaza y jaiba azul, que pude engullir al 75 por ciento, al no ser del agrado de mi compañía. Y es que su sabor era tan sutil que no lograba explotar en la boca. No lo juzgo, yo también soy de experiencias más intensas. Me olvidé del vino y lo intercambié por una Pale Ale para los camarones azules a la parrilla con mantequilla de especias. El sube y baja de sabores, la textura de los camarones y la chopeada del pan en las sobras del plato se llevaron las palmas, como esas de la película Rudy protagonizada por Sean Astin.
Hace tiempo que no me saltaba el postre , pero ninguno me llamó la atención. Debo confesar que, llegando a casa, saqué una cuchara, abrí el congelador y me eché un helado viendo Succession, situación que redondeó mi día. ¿Será que todos nos hemos vuelto más hogareños o que cada vez queramos pagar menos por salir? Cuéntenme si les ha pasado algo similar, espero sus correos.
Botánico
Dirección: Alfonso Reyes 217, colonia Condesa.
Tel: 5912 0366
Horario: mar.-dom. 13-23 hrs. / bar: 17-1:30 hrs. Promedio: : $1,200 pesos mxn.
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