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Durante la semana del arte en Zona Maco, el artista puertorriqueño Bernardo Medina presentó su más reciente libro Sofrito Manifiesto, una obra en la que comparte anécdotas familiares y la cultura gastronómica de su país natal, Puerto Rico.
“Reuní las recetas tradicionales de mis dos abuelas, Inés y Emilia, la cuales acompañé de ilustraciones. Un ejercicio totalmente orgánico que fue surgiendo poco a poco y con ello, mi ánimo de pintar esos platillos”, comenta Bernardo, en entrevista para El Universal.
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El sofrito, el alma de la cocina puertorriqueña
De las recetas que el pintor y escultor resalta es el sofrito, ya que es la base de la gastronomía local: ajo, cebolla, pimientos dulces y perejil. “En sí es un recado, un elemento básico que llevan todos los guisos que hacen nuestras abuelas, por eso nuestra cocina tiene un sabor muy particular”, explica el autor quien también ha expuesto su obra en ferias de Miami, Estados Unidos.
Sobre el proceso del sofrito, él nos cuenta que se parece al mole, “es su primo hermano”, compara. “Porque está hecho con amor, se hace a mano a falta de equipo eléctrico como la licuadora. Mi abuela tenía una moledora de mano. Y hacerlo era un trabajo en equipo porque las tías cortaban los vegetales y nosotros nos reuníamos para mover la manivela y moler el sofrito a mano. Todos crecimos con el olor del sofrito”, recuerda.
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Una obsesión con el plátano
Una fruta muy presente en este libro es el plátano, que como bien dice Bernardo: "me crié en el campo. Mi abuelo, en su pequeña finca cosechaba plátanos, guineos, papayas; teníamos una palma de coco, varios árboles de aguacate, de mangó, gandules y además de eso, pimientos, ajíes, berenjena y calabaza.
Con el crecer y el pasar del tiempo comenzó mi carrera como artista plástico y desde muy temprano comencé a pintar los códigos de la comida tradicional puertorriqueña con los que crecí. De todas esas cosas, los plátanos siempre fueron una obsesión.
No importa clase social, o nivel de educación, todos en Puerto Rico llevamos la mancha del plátano”, expresa el artista quien ha hecho escultura, pintura, cerámica, joyería en plata, dibujos y bodegones acerca de este fruto tropical.
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Es así como tener la llamada "mancha del plátano" se vuelve un orgullo cultural, y que, por otro lado, también es un falo al significar potencia y virilidad boricua. "Un símbolo arraigado a mi corazón. Estoy obsesionado con el plátano en todas sus formas", finaliza.
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