Siempre había asociado la gastronomía griega con los populares gyros y el queso feta. Mi primer acercamiento fue en una cadena que floreció en la Ciudad de México a principios de los 2000, cuyo nombre se ha perdido en la memoria. Sin embargo, aquella primera impresión dejó una huella indeleble en mi paladar, una puerta a una cocina que, más allá de los clichés, esconde historias milenarias y sabores que narran leyendas.

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Más allá del Agapi Mu, en la Condesa, y la película “Mi Gran Boda Griega”, el país no gozaba de mucha popularidad en tierras aztecas. Las primeras comunidades griegas se formaron en La Merced y, generaciones después, llegaron a colonias como la Nápoles y al municipio de Naucalpan, donde construyeron la iglesia Ortodoxa Griega más grande del país.

Recientemente, visité Eliá Estiatorio, un restaurante que promete trasladar a sus comensales al corazón del Mediterráneo, sin salir de la ciudad. Al entrar, la vista se deleita con un monumental olivo en el centro del salón, símbolo de paz y prosperidad en la cultura griega. Las telas blancas que decoran el techo evocan tanto las velas de una embarcación antigua como las túnicas de los dioses del Olimpo.

La travesía comenzó con rebanadas de jitomate cortadas al lado de la mesa, rociadas con limón amarillo, sal Maldon, orégano y aceite de oliva, una entrada sencilla que despierta los sentidos. La ensalada griega, un clásico preparado con queso feta, aceite de oliva, orégano, pepino persa, tomate heirloom y aceitunas kalamata, continuó la narrativa con su frescura y equilibrio de sabores.

Pero fue el pulpo a la parrilla lo que hizo bailar a mi paladar como Zorba. Su carne tierna y ahumada, servida sobre un puré de fava de Santorini, se combinaba armoniosamente con las alcaparras, cebolla morada, aceite de oliva, vinagre balsámico blanco, orégano y perejil. Este plato no solo alimentaba el cuerpo, sino también el alma, recordando los banquetes de antaño descritos por Arquéstrato en su poema Hedypatheia, “poema del gourmet”.

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El viaje continuó con un sashimi de pesca entera, presentado con cabeza, espina y cola del pescado, perfumado con limón persa y acompañado por una salsa de chile fresno y pasta de pistache. La frescura del mar se manifestaba en cada bocado, rindiendo homenaje a la tradición pesquera griega.

El clímax de esta odisea culinaria fue un pescado a la sal, desvestido ceremoniosamente a un lado de la mesa. Bañado en ladolemono, una vinagreta de aceite y limón, y acompañado de alcaparras, limón eureka, perejil y sal Maldon, este plato resaltaba la pureza y el respeto por los ingredientes frescos. Un Chardonnay maridó este manjar, con un toque final de elegancia.

Para el epílogo, un yogurt griego casero, servido con nueces mixtas y miel regional. Un final dulce y sutil, pero muy gratificante, que me hizo reflexionar sobre la herencia culinaria griega y su influencia en la gastronomía moderna.

Nunca he visitado Grecia, cuna de la matemática, filosofía, teatro y los Juegos Olímpicos, pero la experiencia gastronómica en Eliá, sin duda, se lleva una medalla.

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Eliá Estiatorio

Dirección: Paseo de los Tamarindos 90, local PB-15, CDMX.

Tel: 55 1547 2678

Horario: lun. a sáb. de 13:00 a 00:00 hrs. Dom. de 13:00 a 18:00 hrs.

Promedio: $1,500.00

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