Si la definición de bruja moderna fuera: mujer sensible que domina el fuego, educa, teje, y apapacha con comida e infusiones; sin duda, las cocineras entrarían de inmediato en esta descripción. Aurora Toledo sería una de ellas porque en su vida se entrelazan gustos y oficios.
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Aurora en su tienda de textiles. Al fondo, el baúl en donde inició su venta de huipiles. Foto: Mario Arturo Martínez Velásquez
Aunque su carrera fue la de normalista, el amor por la comida siempre estuvo en el camino de esta istmeña oriunda de San Miguel Chimalapa en donde antes de jugar ayudaba a su mamá a comprimir la leche cuajada, o bien, a darle vueltas a la descremadora para que más tarde sus papás Cornelia y Aristeo vendieran crema.
Ella, la séptima de nueve hermanos, creció entre árboles de pochota y de huanacaxtle. Con sus flores juagaba a preparar un ponche.Con olotes y palos Aurora y sus hermanos fabricaban una suerte de molinillo para espumar la bebida, al momento de contarlo, ella sonríe, cierra los ojos. “Eso me gusta mucho”, enfatiza Aurora.
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A los 16 años cumplidos alcanzó a dos de sus hermanos en el Distrito Federal para estudiar en la normal. fue una etapa en la cual gozó con ellos de conciertos, bailes de salón, conocer restaurantes de diversos tipos de comida e ir a la Cineteca Nacional. “Despúes de comprar la comida, el dinero que sobraba era para salir. Me acuerdo que si me gustaba algún plato, al día siguiente lo replicaba en la casa”, recuerda la maestra Toledo.
“Con el fuego hombres y mujeres somos más creativos, cercanos y amororos. Yo creo que todas las cocineras tenemos un diálogo con él, así las cosas se cocinan bonitas y parejas”.
Ya siendo maestra, además de cocinar en casa, elaboraba huipiles para vendérselos a las demás maestras. “Desde la secundaria mandábamos hacer nuestra ropa con telas diferentes. En e Istmo las mujeres siempre estamos pensando qué ponernos. Siempre algo diferente, que las demás no traigan. Aquí no le tememos al color, además de que nos colgamos todo”, confiesa entre risas la cocinera.
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Minillas, un plato que en su carta ha permanecido por 20 años. Foto: Mario Arturo Martínez Velásquez
Es así como su primer negocio alternativo fueron sus huipiles . Primero, como venta informal, y más tarde como tienda. Era “el secreto más guardado de Oaxaca”, según una extranjera que le frecuentaba mucho. “La tuvimos que abrir porque mis hijos me decían que ya no podía diseñar un huipil más sin antes vender todos los que tenía guardados en el baúl”. Comparte Aurora, quien comenzó su proyecto con 200 huipiles. Eran tan atractivos, que, hasta una vez, Francisco Toledo le dijo: “se había arriesgado mucho, y que había piezas muy interesantes”.
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Un giro inesperado vino tras su divorcio y la responsabilidad de dos niños, Marcos y Germán. Su necesidad le hizo pensar en irse a Nueva York a ganar en dólares y así mantener a su familia, pero la suerte le hizo tomar un cargo en el magisterio como subjefa de proyectos académicos del IEEPO (Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca). En el tercer año de su cargo comenzó a vender garnachas en casa, al ser tan popular abrió una cafetería de cuatro a nueve de la tarde con una carta sencilla de minillas , tamalitos de cambray y de elote.
Foto: Mario Arturo Martínez Velásquez
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Sus roles empezaron a diversificarse entre ser mamá, maestra, cocinera y diseñadora de ropa. Era tanto trabajo que optó por cerrar la tienda de huipiles y enfocarse en Zandunga , su negocio culinario el cual empezó como “una barrita” instalada en la calle de Quetzalcóatl a un restaurante en García Vigil el cual está cumpliendo 20 años de vida. Es tal su éxito, que ahora goza del regreso de su tienda de textiles, con todo y el baúl con que inicio y del nacimiento de un hermano llamado La Zandunguera en Calzada Porfirio Díaz.
Zandunga Sabor Istmeño
Dirección: Manuel García Vigil # 512-E, Centro
IG @zandungasabor / @zandungatextiles
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