Una puesta española. Las paredes en negro mate evocan el ambiente de alguna sala de teatro de corte independiente. La estética se extiende hasta sus pequeñas mesas de tono rojo vibrante, atenuadas por manteles blancos. Las cuatro sillas de aluminio que rodean cada mueble esperan ser ocupadas por hambrientos espectadores; de momento solo hay dos. De manera irónica, fuera del establecimiento hay una fila, pero es para comprar tortillas.

No hay cortinas que dividan el escenario de la platea, solo una especie de ventana que da una ojeada a lo que parece una estrecha y gastada cocina. Desde ahí, el chef de rasgos españoles y enérgica mirada se asoma una y otra vez para supervisar los movimientos en el salón. La primera llamada se transforma en una copa de vino tinto de la casa: un tempranillo de la bodega Los Molinos (exagerada en precio) y un agua mineral. La alargada cesta de madera con una baguette troceada, resume la segunda y tercera llamada.

Un cuarteto de asteriscos destacan a los protagonistas en el breve programa culinario. La obra inicia con pa amb tomàquet , que relata la historia de un sencillo plato originario de Cataluña . Se trata de pan pinceleado con ajo, cubierto por jitomate rallado y una delgada lámina de jamón serrano. Hay cuatro de ellos en el plato y ninguno destaca por tener ingredientes extraordinarios, pero un trago de tinto es un buen patiño.

Con sospechosa premura, llega el segundo acto marcado por una olla de barro repleta de mejillones al vino blanco. Azafrán, mejorana, fumet de crustáceos y vino blanco se lee entre los ingredientes de su preparación, pero yo no puedo dejar de pensar que los moluscos provienen de una lata. Me parecen bien sazonados y tomo un poco de pan para empaparlo con el caldo que reposa al fondo de la cazuela, pero es un acto sin pena ni gloria.

Antes del momento cumbre de la puesta en escena, algunas butacas se ocupan por un grupo de amigos entrados en canas y otra por un solitario individuo que utiliza gafas oscuras como parte de su vestuario. La problemática aparece en forma de pulpo a la gallega ; la sal resulta excesiva, así como la piscina de aceite de oliva y no lo comento solo como apreciación, este platillo me recuerda la cocina de mi padre. La papa estaba sobrecocida pero, en un gesto de amabilidad, el pulpo no.

El clímax continúa con la paella . En el menú se presume 500 g de contenido, pero tal vez contaban el peso de la paellera, pues calculo menos de 400. Un camarón, una almeja y dos pedazos de pollo y cerdo eran el acompañamiento del firme arroz. La cocción era adecuada, pero en sabor se asemeja a la que venden en Costco por un precio mucho menor.

Tras los cuatro platillos, bajé el telón. No hubo dulce desenlace y después de ver la cuenta, tampoco un grato final. No recuerdo quién me recomendó este lugar, pero vaya tragicomedia a la que me mandó.

AliOli

Dirección: Medellín 238, col. Roma Sur.

Tel: 6726 9018

Horario: mar-jue 12-19 hrs. / vie 13-21 hrs.

sáb 12-21 hrs. / dom 12-19 hrs.

Promedio: $500 pesos

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