(Durango, México, 1976) lleva en el apellido grabado el instrumento más importante con que cuenta para defender sus ideales: el respeto a la tierra en que vivimos. Y lo hace desde hace 20 años a través de expresiones artísticas que invitan a los espectadores a la reflexión.
Por ello, una antología de su trabajo, “ Ver con nuestros ojos de montaña ” -con 13 piezas creadas entre 2006 y 2021- que se inauguró este viernes en el Museo de Arte Carrillo Gil , cobra hoy más fuerza que nunca en medio de una guerra entre dos naciones que tiene al mundo en vilo.
La artista, que tiene estudios académicos en la Escuela de Artes Visuales en la Universidad de Guanajuato y en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia, habla al respecto: “Esta guerra , que tiene la posibilidad de ser una guerra nuclear explícita, es además una guerra contra la vida, y eso es algo de lo que yo no me puedo sustraer, pues todo este sistema de pensamiento permea nuestras vidas de una manera muy fuerte, de una manera tangible, y real porque nuestras vidas se mueven y relacionan y están sujetas a estas estructuras de poder que buscan un control total”.
La exposición que permanecerá hasta el 2 de octubre en Museo de Arte Carrillo Gil, se integra por obras de arte creadas entre 2006 y 2021.
Para Armas, la guerra y la crisis que vive el mundo en la actualidad están sostenidas y fundamentadas en la ruptura con la naturaleza. “Me importa, aquí habito, habito esta tierra y, como muchos, entiendo que estamos viviendo una crisis de valores; es una guerra contra la vida, es una ruptura con la naturaleza”.
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Es así que con su obra, que señala el impacto de los modelos capitalistas en la sociedad y cómo estos han deformado el consumo de la sociedad, además de denunciar la inconsciencia respecto al medio ambiente y al entorno que habitamos, busca crear un espacio de luz para crear conciencia, para creer y tener esperanza de que el algo, o el mundo entero, se pueda ir transformando “no de manera radical, porque es algo enorme lo que el ser humano ha creado, pero sí desde nuestros modos de vivir, en nuestras microescalas, micropolíticas, en nuestras maneras de relacionarnos con los demás, ir tejiendo el cambio, la reflexión, juntos, y dar importancia a repensar nuestras acciones por triviales que parezcan. Encendamos una luz para la conciencia”.
Esta base reflexiva en su obra es lo que ha llevado a que el arte de Marcela Armas llame la atención, pues sus propuestas inciden en problemas cotidianos como la contaminación, la sobreexplotación, la extracción de minerales, de petróleo, y en las energías sucias.
“Ella no sólo revela en su obra estos problemas cotidianos; se guía por una dinámica personal y grupal, comunitaria, para generar modelos de vida independiente de los productos capitalistas”, explica Tatiana Cuevas, directora del MACG, recinto que acoge la exposición “Ver con nuestros ojos de montaña”, integrada por una selección de obra de largo aliento basada en procesos de investigación, experimentación y análisis.
El curador, Mauricio Marcin Álvarez, habla del trabajo de Armas: “El avance de la tecnología y su intromisión en nuestras vidas es brutal, la tecnología está devastando no sólo a la tierra, sino al ser humano y sus propias subjetividades y eso lo señala Armas en su arte, con el cual propone prácticas autónomas que buscan una coexistencia consciente en la cual variadas entidades conviven en respetuosa y regenerativa relación.”
Y es cierto, en la muestra hay piezas como "Estanque" (2006), "Ocupación" (20027), la serie "Tsinamekuta" (2016-2021), "Sideral" (2016) o "I-machinarius" (2008), que son ejemplo de su línea de investigación: el vínculo de la materia con la tecnología y la construcción sociocultural en torno a esta relación y la recuperación y cuidado de saberes ancestrales y comunitarios.
La antología de Marcela Armas, quien ha exhibido además en Estados Unidos, Canadá, América del Sur, Europa, Rusia, China e India, se dispuso de tal manera que el visitante puede convivir con varias obras a la vez, explica el curador, “no es un recorrido línea, puedas convivir con todas las obras, voltear y ver dos o tres y eso ofrece una gran experiencia y es gracias a la arquitectura del museo; permite una forma de percepción abierta, diferente. No dejas nada atrás, todas las obras están presentes todo el tiempo”.
Es así como el público puede admirar "Estanque", que es un tanque de hierro lleno de aceite quemado y en medio tiene la manija de la puerta de un automóvil; la artista lo explica: ”Es una superficie negra que parece un espejo que nos devuelve nuestra mirada y el reflejo de nuestras acciones, pues por 200 años hemos hecho de los combustibles fósiles la fuente de energía que alimenta a la insaciable máquina de hacer cosas. Vemos algo superficial, pero no nos damos cuenta de lo que subyace, un mundo ahogado en su propio desperdicio”.
También destaca "Sideral", que realizó con su equipo de trabajo y amigos y que es un espacio místico, de acercamiento a lo mineral, a las rocas, que también vibran como nosotros, señala la creadora. “Consiste la interpretación de la memoria y capacidad magnética de meteoritos a través de un software. Y toda esa energía la podemos escuchar en una composición, es un espacio para la contemplación y reflexión que ese objeto nos trae de otros mundos”. El Instituto de Astronomía de la UNAM facilitó el préstamo de un meteorito de 8.2 kg para la realización de la pieza.
Para Marcela Armas, sus obras reflejan el impacto de la violencia volcada en nuestro hábitat, que se manifiesta en el ruido, el estrés, el consumismo, “somos como antenas que estamos recibiendo y percibiendo alternadamente todos los estímulos. Somos parte de un sistema que se expresa a través de nosotros”.
Al mismo tiempo, su trabajo no plantea sólo una crítica frontal a la maquinaria ideológica y tecnológica, va más allá: “es una búsqueda de formas en que podamos recobrar el aprecio por la vida, la contemplación y el sentido de lo sagrado en nuestras relaciones”.
Un ejemplo es la serie "Tsinamekuta", que consiste en varias acciones en defensa de la vida en contra del extractivismo y la cual realizó con pobladores de una comunidad minera en el altiplano de San Luis Potosí, en la montaña Cerro del Frayle, un antiguo centro ceremonial wixárika llamado Tsinamekuta (casa de la lluvia), en Wirikuta. “Esto es una consideración ética con aquello que Occidente no considera como parte de la vida. Las rocas son territorio muerto para la cultura occidental, para el capitalismo y queremos aproximarnos a estas otras entidades que sí participan de la vida y que incluso son parte de nuestros propios cuerpos”, recalca Armas.8
Y otra de las piezas estrella es "I-machinarius" (2008), una especie de mapa invertido de México hecho con engranes, y que funciona con petróleo y que es una crítica a la cartografía, “una forma de delimitación imaginaria de la naturaleza para convertirla en territorio”.
13
PIEZAS
conforman la exposición que se exhibirá también en el Museo de Arte e Historia de Guanajuato.
La pieza surgió, cuenta la artista, en 2008, en el contexto del proceso privatizador de la industria petrolera mexicana en el sexenio de Calderón. “Gente estudiosa de diversos sectores charlamos sobre lo qué pasa con este sentido de las energías fósiles en nuestras vidas. Así surgió este mapa, estuve visualizando esta maquinalidad que rodea nuestras. Quería reflejar este imaginario de las fronteras, de los territorios y cómo desde ahí se gobierna y se establecen las condiciones para el control de los recursos”.
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Así la explica: “Metafóricamente, los engranes me parecen estrellas que forman una constelación que refleja nuestra idea de territorio, de país, de nacionalismo, pero con sentido instrumentalizado de la vida”.
Para que "I-machinarius" funcione necesita petróleo; una vez activado el mecanismo, los engranes se mueven y hacen girar la cadena, lo que nos recuerda, señala Armas, que nuestro mundo bélico y sus economías se basan en el uso de petróleo. “La banda gira, pero en realidad no nos movemos de lugar, no nos permite transformarnos, estamos situados en lo mismo”. Al final, el mecanismo propicia el derrabe del petróleo en la pieza y “eso nos muestra un imaginario de desastre, que se puede percibir o interpretar como un desastre ecológico social, un impacto a nuestra existencia; vemos una imagen concluyente del destino de la sociedad del despilfarro”, concluye la artista que define todo su proyecto como una declaración de principios que trata de enunciar la posibilidad de restaurar nuestra relación con la vida y la naturaleza desde nuestras propias acciones.
“Mirar con nuestros ojos de montaña plantea”, puntualiza Armas, “una mirada a nuestro ser tierra y a las diversas maneras en cómo se han pervertido nuestra relación con la naturaleza”. La muestra, que el público podrá visitar hasta el 2 de octubre en el MACG (Av. Revolución 1608, San Ángel. Álvaro Obregón, CDMX) fue organizada en colaboración con el Museo de Arte e Historia de Guanajuato –donde se exhibirá después-, y cuenta con el apoyo de la Beca de Arte BBVA para la realización de un programa de conversaciones, un ciclo de meditación, así como la publicación de un catálogo sobre la obra de la artista.
“Habito esta tierra y, como muchos, entiendo que estamos viviendo una crisis de valores; es una guerra contra la vida, es una ruptura con la naturaleza”: MARCELA ARMAS, Artista