En la transición de gobierno federal en el año 2000 me tocó ver de cerca el diseño y nacimiento de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) como una institución imprescindible en nuestro país, misma que en 2001 quedó formalmente constituida.
La pérdida anual de miles de hectáreas de selvas y bosques por incendios, tala ilegal, invasiones de desarrollos urbanos o actividades agrícolas y pecuarias mal planificadas, que por mucho tiempo se dieron en nuestro país, provocaron un verdadero desastre ecológico en el territorio nacional. México, que por su riqueza de bosques debiera ser una potencia forestal; por el contrario, ha sufrido pérdidas incuantificables e irreversibles de estos ecosistemas.
La Conafor, en sus primeros 12 años de vida, logró frenar y revertir esta lamentable situación; sin embargo, con los cambios de gobierno no se le ha dado continuidad a los planes de largo plazo. Esto queda demostrado en las variaciones presupuestales sexenales. Por ejemplo, a finales de 2012, en el cierre de la administración del presidente Felipe Calderón, su presupuesto fue de 7 mil 463 millones de pesos, en el último año de Enrique Peña Nieto quedó en 3 mil 991 millones de pesos y en el arranque del gobierno de Andrés Manuel López Obrador se le autorizaron sólo 2 mil 765 millones de pesos. La Conafor ha sido uno de los organismos más afectados por una reducción indiscriminada de sus recursos.
En mayo pasado, cuando se presentó la fuerte crisis de contaminación provocada por múltiples incendios en el Valle de México, denuncié en este mismo espacio el enorme riesgo que implica para el país el desmantelamiento del sector ambiental federal, reflejado en una reducción inexplicable en el Presupuesto 2019 de todas sus dependencias y en el despido masivo de miles de funcionarios de nivel medio y superior de la Semarnat, en su mayoría personal técnico calificado de quienes depende la operación de las instituciones.
El objeto de la Conafor es la conservación y restauración de los bosques y selvas del país, así como la promoción de la explotación forestal sustentable y las plantaciones productivas. Es imposible que se pretenda cumplir con estos objetivos sin las herramientas necesarias. Después de su creación en 2001, costó mucho el construir una institución sólida que hoy, de un plumazo, están destruyendo.
¿Tiene lógica que en el Plan Nacional de Desarrollo se apruebe un programa al que se le llama Sembrando Vida, cuyo objeto es la plantación de millones de árboles con un presupuesto de 24 mil millones de pesos, que extrañamente no dependa de la Conafor y que, por otro lado, se le reduzca dramáticamente el presupuesto a la misma dependencia?
Hace poco, la Reserva de la Biósfera Sian Ka’an perdió más de 3 mil hectáreas por un grave incendio que todos pudimos observar a través de los medios y que nuevamente dejó evidenciada la falta de equipos, herramientas y de personal por parte de la Conafor en el combate contra incendios.
Además de estas graves carencias, la Semarnat canceló el Programa de Empleo Temporal por no tener recursos, mismo que le permitía a la Conafor la contratación de miles de combatientes contra incendios de las mismas localidades, permitiendo, además de mayor eficacia, generar miles de empleos en las comunidades.
Es una incongruencia ver las campañas en medios de comunicación para la prevención contra incendios y por otra parte constatar que a la dependencia que tiene esa responsabilidad se le quitan los recursos. Insistimos que son fallas que deben corregir; la Cámara de Diputados y Hacienda deben aportar con carácter de urgente los recursos necesarios a la Conafor y a las demás dependencias de la Semarnat. El programa Sembrando Vida, en todo caso, debería fortalecer y ser manejado por la Conafor.