Después del 7-S un buen amigo me invitó a unírmele en recolección de víveres para entregarlos en Oaxaca. Ambos hicimos acopio con familiares y compañeros de trabajo. El 16 de septiembre estuvimos allá para entregar despensas, botiquines y kits de aseo personal. No pudimos llegar a Juchitán por cuestiones de inseguridad en carreteras, pero dejamos la ayuda en buenas manos en la ciudad de Oaxaca.
Luego, con la devastación que el 19-S dejó en la Ciudad de México, otro amigo y yo nos unimos a una caravana que llevó víveres y atención médica a Rancho Viejo (en Tlalquiltenango, Morelos). Nos tocó pasar por una Jojutla derrumbada, pero en control del Ejército. Allá en Rancho Viejo quedaron incomunicados y sin recibir apoyo de ninguna instancia gubernamental.
En ambos casos, lo que nos motivó a ayudar fue la desconfianza que como ciudadanos tenemos en los gobiernos locales, que han pretendido lucrar políticamente con esta tragedia sin llevar lo elemental a las localidades remotas. Les han fallado a sus habitantes antes y les están fallando ahora, es por eso que, nuestros compatriotas necesitan de nuestra ayuda y estamos alegres de poder brindarla. Esperamos poder seguir haciéndolo porque si México está de pie, es por la ciudadanía, no por su voraz clase política.