La estela de muerte que dejó el huracán Matthew en Haití continúa 10 días después.
Mientras algunas familias sobreviven entre escombros, en la fosa común del Hospital San Antonio de la localidad de Jeremie, en la costa sur del país, una víctima más es enterrada en el mismo lugar donde yacen los muertos que dejó el cólera tras el terremoto de 2010.
Al tomar la ruta nacional número 7, desde los municipios montañosos de Camp Perrin, pasando por Duchity y Beaumont, hasta llegar a la costa en las localidades de Roseaux y Jeremie, pareciera que Matthew siguió los caminos y destruyó todo a su paso.
De costa a costa, en la zona sur, se escuchan los gritos de auxilio de la población que desde hace algunos días padecen la falta de alimentos y agua potable.
La ayuda que ha llegado de la comunidad internacional no alcanza para los miles de damnificados que se han quedado en la pobreza extrema.
Kerlette, de casi 80 años, refleja en su mirada el pesar de una población montañosa que vio destrozado el poco patrimonio que tenía. “Vi cómo el viento destruía todo, cómo se llevaba mis animales. Yo sólo me resguardé en una esquina de mi casa y no supe más”, narra entre los escombros.
Al llegar a las localidades que rozan el mar en Roseaux y Jeremie —a unas ocho horas de Puerto Príncipe— el paraíso se convirtió en un infierno para los pobladores.
En el centro de Roseaux, decenas de personas con baldes y cacerolas pelean por un poco de agua que ha llegado transportada en una pipa enviada por el gobierno.
Kilómetros más adelante, en Jeremie, los edificios colapsaron. Las avenidas lucen llenas de escombros y el agua que proviene del mar ha estado estancada por varios días, ocasionando un foco de infección inminente.
Mientras en las oficinas de presidencia de Haití contabilizan más de 400 muertos, extraoficialmente se habla de mil 300 decesos.
Apenas ayer, una decena de camiones de los Cascos Azules de Naciones Unidas llegaron a Jeremie con apoyo humanitario, una ayuda que no llegará a las familias de las zonas más alejadas.