Desde hace 35 años la comunidad purépecha realiza esta celebración del Año Nuevo con el fin de rescatar su cultura y enseñarles a las generaciones jóvenes que han perdido su lengua y tradiciones.
Todo comienza el 30 de enero con una peregrinación llamada Uanápikua (La caminata del fuego) que se encarga de llevar el Fuego Viejo, prendido por un año, de la comunidad de Huáncito, municipio de Chilchotá, a la comunidad de Naranja de Tapia, en el municipio de Zacapu.
El 1 de febrero es la Celebración al Amanecer. Antes de iniciar las actividades del Año Nuevo, todos se reúnen en el lugar que le da vida a la comunidad, ya sea una laguna o un río. Le piden a Nana Ikzu (Madre Agua) que haya abundancia de lluvias para sus cultivos. Esperan a que los primeros rayos del sol los toque
Durante el día los jugadores de Uarhukua (Juego de pelota) tienen un torneo y hay un desfile de cada comunidad purépecha del estado, que se presenta con sus atuendos y sus bailes tradicionales: los Kúrpites, de San Juan Nuevo, Los Diablos, de Tócuaro.
Al caer la noche y mientras el Consejo de ancianos está discutiendo dónde será la próxima sede del Año Nuevo, todos se juntan alrededor de la Yácata (Estructura de adobe donde se colocan los leños para el fuego).
Minutos antes de la media noche. El Consejo sale y piden a los dioses su autorización para encender el fuego. Antes de darle vida nuevamente a Kurhíkuaeri (Dios del Sol y del Fuego) ruegan también por un año lleno de abundancia, que nunca falte el fuego en sus hogares.
A todos se les brinda un pedazo de ocote para que el fuego se les comparta. Éste es encendido a primera hora del 2 de febrero, y con esto inicia un nuevo ciclo espiritual para los purépechas.