Zipolite.— El impacto del viento sobre Zipolite fue tan intenso como hace 25 años, cuando Paulina golpeó sobre el entonces pequeño y no tan desarrollado pueblo nudista de la costa, al menos así lo recuerda Fernando Amaya, habitante de esta comunidad de Pochutla.
La tarde del 30 de mayo, los pobladores ya esperaban el impacto de Agatha, así que resguardados en el interior de su casa, Fernando y su familia sintieron eternas las cinco horas que duraron, según los reportes meteorológicos, las rachas de viento de hasta 200 kilómetros por hora que se estrellaron contra todo a su paso.
“Estuvo terrible, fue como Paulina, porque duró más... más o menos fueron casi cinco horas. El resultado se ve en la destrucción. Tenemos pérdidas cuantiosas, en equipos de pesca, enramadas, hoteles, restaurantes, viviendas, nos pegó a todos en el pueblo”, dice.
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Fernando explica que como no es la primera vez que un huracán golpea al pueblo, en Zipolite ya todos saben que la entrega de ayuda de parte del gobierno es un proceso difícil, así que confían más en el apoyo de la sociedad civil como las organizaciones.
“Ya lo hemos visto anteriormente, el llamado de auxilio se está compartiendo mucho en las redes. Ahora nos queda levantarnos, salir del escollo”, comenta.
La imagen de desolación a lo largo del kilómetro y medio que tiene de playa este destino turístico, que en la pandemia tuvo un gran auge, es notoria a casi una semana del paso de Agatha.
La anterior arena gris luce con grandes manchas cafés. Los restos de palapas y hoteles forman parte del paisaje y los comerciantes levantan lo que pueden cuando la lluvia permite la limpieza. Detrás de ellos brigadas del Ejército brindan ayuda.
Los turistas varados esperan que la comunicación y la situación climática mejoren para poder salir de la zona de desastre, pues los vuelos en el aeropuerto de Huatulco aún no se reactivan.
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Mientras, ayudan en lo que pueden a los damnificados, sobre todo a dueños de pequeños negocios que hacen vida en la comunidad, que tenían invertido todo su patrimonio y que prosperaron en los últimos años por convertir a Zipolite en un destino popular entre la comunidad LGBTTTIQ+.
Aunque la ayuda se prometió desde la tribuna federal y el Ejército comenzó a distribuir despensas en los pueblos turísticos afectados en Pochutla y Tonameca, como Puerto Ángel, Zipolite, San Agustinillo, Mazunte y Ventanilla, los habitantes no confían en que ésta llegue pronto ni que sea suficiente, ya que se requieren colchonetas, agua, kits de limpieza, láminas, herramientas para remover lodo, material que se entregaba con el desaparecido Fonden después de 24 horas de un desastre natural.
Ante el tardío apoyo, la sociedad civil es la que empezó a responder con diversos centros de acopio de víveres tanto en algunas ciudades de la Costa, Oaxaca capital, la Ciudad de México y la región del Istmo de Tehuantepec. Al tercer día después del desastre, comenzaron a organizarse diversos colectivos religiosos, magisteriales y de la comunidad muxe para recaudar apoyos en especie.
Mientras tanto, el letrero con el nombre del pueblo, donde los visitantes se toman la foto del recuerdo, luce solitario, rodeado de destrucción, una que cada cierto tiempo toca tierra en esta franja costera.
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