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Aldea Nicá, Guatemala.— En medio del dolor y el coraje, cinco padres de familia esperan que el gobierno de México les entregue los cuerpos de sus hijos, que el pasado jueves fallecieron junto con otros 17 migrantes cuando eran transportados en un camión de carga que se accidentó en el tramo de la carretera Tuxtla Gutiérrez- Chicoasén; tenían como destino Estados Unidos.

La aldea Nicá —de donde eran originarios cinco de los fallecidos— tiene unos 15 mil habitantes, todos indígenas mam. La localidad se encuentra a unos 25 kilómetros de la frontera El Carmen-Talismán, que divide a México con Guatemala.

Desde ahí las familias hacen un llamado a las autoridades de Chiapas para que agilicen la entrega de los cuerpos de Delfino Cash Gómez, Félix Cash López, Yesenia Magdalena Pérez, Óscar Mazariegos López y Ezequiel Aldair Cash Fernández.

Imelda Fernández Mejía, de 45 años, es madre de Ezequiel Aldair Cash Fernández, de 18 años, una de las 23 personas que fallecieron el pasado jueves en el accidente en el que también resultaron lesionadas 31 personas. Ella explica que las autoridades mexicanas no les han informado con exactitud el día que les entregarán los restos de sus familiares y que únicamente les indican que falta una firma.

“Ya es mucho tiempo que fallecieron y no sabemos por qué el gobierno de México los retiene; ya necesito tener a mi hijo”, dice la mujer entre lágrimas que no puede contener.

La misma inconformidad externa Heydi Paz Cash, quien era esposa de Óscar Mazariego López, quien tenía 29 años de edad.

“Quiero que entreguen el cuerpo de mi esposo, es mucho tiempo. El accidente fue el día jueves, lo único que quiero es que lo traigan; muerto para qué lo van a querer allá, necesito a mi esposo”, insiste la mujer, madre de un niño de año y medio, y con un embarazo de nueve meses.

Jóvenes obligados a emigrar por la falta de trabajo. Eran las 16:00 horas del lunes 4 de marzo cuando Braimer Eliberto recibió una llamada telefónica de su hermano Ezequiel Aldair: “Me voy a trabajar, cuídate, apoya a mamá, a papá y a nuestros hermanos”. Esas fueron las últimas palabras que escuchó de su hermano, quien se iba a Estados Unidos.

“Se fue sin el permiso de mi mamá, no sabíamos nada, sólo me dijo que se iba para buscar una vida mejor, luego nos enteramos, por unos vecinos, de que se había muerto”, relata Braimer a EL UNIVERSAL.

El muchacho de 23 años explica que en el pueblo no hay oportunidad de empleo para los jóvenes; la única opción es el campo cultivando cacahuate, maíz, yuca, camote y mango con un sueldo de 40 quetzales al día (unos 60 pesos) que no alcanzan para alimentarse, estudiar o vestirse.

Braimer señala que una vez que pase el funeral de su hermano él emprenderá el viaje a Estados Unidos, a pesar de los riesgos que se corren y de que su madre le dijo que no tiene permiso para irse.

“Tengo que irme para ayudar a mi familia, quiero ver por el beneficio de ellos, aquí sólo se trabaja para comer y a veces ni alcanza”, lamenta.

La aldea Nicá es un pueblo de calles empedradas y viviendas construidas de adobe, madera y lámina, con piso de tierra; la mayoría de los jóvenes ha emigrado.

Su población es de adultos mayores y mujeres con hijos, a quienes sus esposos han dejado con sus padres para emigrar a Estados Unidos. Los jóvenes adolescentes sólo esperan cumplir los 17 años para emprender el sueño americano por su cuenta.

“No tenemos otra opción, en el campo no hay las condiciones para salir adelante, para tener algo mejor. Mi hermano quería construir su casita y comprar un carro, pero no lo logró, me dejó la responsabilidad de sacar adelante a mis hermanos y a mis padres”, señala Braimer, quien ya hace planes para su viaje.

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